Desigualdad de género y empoderamiento de las mujeres rurales

Por: Daniela Romero*

Las desigualdades de género son resultado de la persistencia histórica de sistemas y factores estructurales de discriminación y de exclusión. En el caso específico de las mujeres, la exclusión es una cuestión multidimensional provoca precarización en sus condiciones y actuación en los ámbitos económicos, sociales y políticos (Moreno y Anderson, 2015: 169 – 171). La división sexual del trabajo, como realidad estructural, es una de las principales bases para esta exclusión y, en general, para la producción de desigualdades e injusticias, principalmente económicas, que afectan a las mujeres. En todo el mundo, por lo general, las mujeres ganan menos que los hombres, puesto que es más probable que se desempeñen como trabajadoras por cuenta propia y en trabajos familiares no remunerados. Además, tienen más probabilidades de dedicarse a actividades de baja productividad y a trabajar en el sector informal y con menores probabilidades de movilidad al sector formal que los hombres (Banco Mundial, 2012).

Asimismo, las desigualdades de género en el uso del tiempo dentro de los hogares son todavía altas y persistentes, sobre todo de países en desarrollo. Al combinar el trabajo remunerado y el no remunerado, las mujeres terminan por trabajar más horas que los hombres, lo que provoca que destine menos tiempo a la educación, el ocio, la participación política y el cuidado propio o que no alcancen salarios comparables a los de los hombres (OCDE, 2012; ONU Mujeres, 2015). En el caso de Bolivia, esto de observa en los indicadores de la Red EMINPRO sobre cambios en los ingresos laborales por género y zona geográfica en las últimas décadas:

Gráfico No. 1. Ingreso Laboral Promedio por Hora de la Ocupación Principal por Género y Área Geográfica

(en bolivianos)

 

 

Fuente: Red EMINPRO, 2022.

 

Gráfico No. 2. Ingreso Laboral Promedio Mensual de la Ocupación Principal por Género y Área Geográfica

(en bolivianos)

Fuente: Red EMINPRO, 2022.

Ambos gráficos develan que, si bien no existen grandes diferencias en el ingreso por hora de trabajo, sí las existe en cuanto al ingreso promedio mensual. Esto se explica, justamente, a partir de las horas que las mujeres asignan a las tareas del hogar en desmedro dedica más tiempo a un empleo y mejores ingresos. Además, se observa que son las mujeres rurales las más afectadas por esta condición.

En este contexto, el enfoque de la igualdad de género surge como una respuesta para poder modificar estas condiciones estructurales con el fin de lograr el disfrute igualitario de derechos, deberes, oportunidades y recursos por parte de mujeres y hombres (Faúndez & Weinstein, 2013). Aliado a este enfoque se encuentra el concepto de empoderamiento. El mismo constituye una herramienta ineludible en el camino a la igualdad, puesto que involucra el impulso a la capacidad de las personas de decidir sobre su bienestar a partir de condiciones dadas y creadas de manera externa e interna. De este modo, se asegura que los grupos vulnerables como las mujeres rurales puedan construir su empoderamiento y, con esto, igualar sus capacidades y beneficios, así como ser agentes visibles del desarrollo en igualdad de condiciones que sus pares masculinos.

Empoderamiento de las mujeres rurales y su importancia en el desarrollo sostenible

La conceptualización del empoderamiento surge en los años setenta con el movimiento afroamericano y la teoría de Paulo Freire sobre el desarrollo de la conciencia crítica (Charlier y Caubergs, 2007). Alsop et al. (2006: 1) definen el empoderamiento como “el proceso de mejora de la capacidad de un individuo o grupo para tomar decisiones intencionales y transformar estas elecciones en acciones y resultados deseados». Esta capacidad de tomar decisiones está influenciada por dos grupos de factores: uno relacionado a la agencia y el otro a la estructura de oportunidades. Al establecer las «reglas del juego» para el ejercicio de la agencia, los contextos institucionales determinan, en mayor o menor medida, la eficacia de la misma. Estas reglas también pueden influir en la acumulación de reservas de activos y determinar el valor de los beneficios que se derivan de estos activos (Alsop, 2006: 10 -11).

En el caso específico de las mujeres, y en especial de las mujeres rurales, el Objetivo 5 de Desarrollo Sostenible, dentro de la Agenda 2030, se enfoca en el empoderamiento de las niñas y mujeres, pero está especialmente destinado al apoyo a las mujeres rurales, quienes siguen siendo las más vulnerables. Las mujeres rurales cumplen un rol fundamental, pero se enfrentan con grandes limitaciones, tales como una mayor incidencia de desempleo, mayor participación en distintas formas de precariedad laboral, un acceso limitado a la propiedad de la tierra y al acceso de los recursos (Moreno y Anderson, 2015: 177).

Sin embargo, las mujeres son la columna vertebral de la economía rural, especialmente en los países en desarrollo, ya que ellas representan la mitad de los agricultores del mundo, y en las últimas décadas han ampliado su participación en la agricultura. El número de hogares dirigidos por mujeres también ha aumentado a medida que más hombres han emigrado a las ciudades. Como cuidadoras principales de sus familias y comunidades, las mujeres son responsables de proveer alimentos y nutrición, y son el nexo que vincula las explotaciones agrícolas y los comedores de los hogares (Banco Mundial, 2017).

En este sentido, el empoderamiento de estas mujeres es de suma importancia, puesto que las distintas actividades y acciones que desempeñan dentro de su rol son las que aseguran el bienestar y desarrollo de las comunidades rurales. Por esto, la necesidad de impulsar su agencia y generar las condiciones necesarias para que desempeñen ese rol de seguir siendo fundamental en las agendas gubernamentales nacionales e internacionales. Es evidente que las mujeres rurales iniciaron hace mucho este proceso de empoderamiento, sin embargo, las condiciones externas en las que se desenvuelven aún son muy limitativas. Pero impulsar este empoderamiento debe ir más allá de lograr la igualdad de género que, si bien constituye un primer gran paso, debe apostar a su sostenibilidad por medio de la equidad de género. La misma implica comprender, definir y actuar sobre las necesidades focalizadas de las mujeres rurales en cuanto a infraestructura, acceso a maquinaria, insumos, espacios de comercialización y de decisión y fuentes de ingreso sostenibles.

Bibliografía:

  • Alsop, R., Bertelsen, M., y Holland, J. (2006). Empowerment in practice from analysis to implementation. Banco Mundial.

  • Banco Mundial (2012). Informe sobre Desarrollo Mundial, 2012, p. 79. http://siteresources.worldbank.org/INTWDR2012/Resources/7778105-1299699968583/7786210-1315936222006/chapter-2.pdf

  • Banco Mundial (2017).  Mujeres en la agricultura: las agentes del cambio en el sistema alimentario mundial. https://www.bancomundial.org/es/news/feature/2017/03/07/women-in-agriculture-the-agents-of-change-for-the-food-system

  • Charlier, S. y Caubergs, L. (coord) (2007). El proceso de empoderamiento de las mujeres: Guía Metodológica. Comisión de Mujeres y Desarrollo, s.a. Boone-Roosens.

  • Faúndez, A., & Weinstein, M. (2013). Ampliando la Mirada: La integración de los enfoques de género, interculturalidad y derechos humanos. UNFPA, PNUD, CEPAL: Santiago de Chile, Chile.

  • Food and Agriculture Organization -FAO (2011) The State of Food and Agriculture 2011: Women and Agriculture, Closing the Gender Gap for Development.

  • Kabeer, N. (1999). The Conditions and Consequences of Choice: Reflections on the Measurement of Women’s Empowerment. UNRISD Discussion Paper #108. United Nations Research Institute for Social Development.

  • Moreno, C. y Anderson, H. (2015). “Género e inclusión social”. Ensayo dentro de Desigualdad e Inclusión Social en las Américas. Primera Edición. Organización de los Estados Americanos – Universidad Nacional Autónoma de México: Washington, Estados Unidos.

  • ONU Mujeres (2015). El Progreso de las Mujeres en el Mundo. Capítulo 2, p.1 – 22.

  • Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (2012) Gender Equality in Education, Employment and Entrepreneurship: Final Report to the MCM 2012. p. 17. http://www.oecd.org/employment/50423364.pdf

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* Investigadora Invitada en temas de género de INESAD, daniela.romeromay.88@gmail.com

Este blog es parte del Proyecto “Creación de empleos verdes para mujeres indígenas en el marco de la respuesta y recuperación bajas en carbono del COVID-19 en sector boliviano de la Quinua”, que cuenta con el apoyo del Programa Economías Sostenibles Inclusivas de International Development Research Centre (IDRC) de Canadá.

Los puntos de vista expresados en el blog son de responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la posición de sus instituciones o de INESAD. 

 

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