Beatriz Muriel

Crecimiento de calidad: ¿En qué situación está Bolivia?

Por: Beatriz Muriel H., Ph.D*

La crisis actual derivada de la pandemia Covid-19 ha expuesto varios problemas económicos, sociales e institucionales que enfrenta Bolivia; mostrando la necesidad de reinterpretar el análisis del crecimiento económico en términos de calidad.

Desde hace varias décadas atrás, la literatura económica ha cuestionado el impacto del crecimiento sobre la pobreza y sobre la inclusión social. En este escenario, algunos autores han postulado, desde un enfoque más holístico, la noción de “crecimiento de calidad”, buscando abarcar no solamente variables sociales sino también económicas, institucionales y medioambientales; aunque el concepto no es unívoco.

Thomas et al. (2000) asocian el crecimiento de calidad con los resultados del desarrollo que los conciben como: la acumulación de los activos (capital físico, humano y natural), los aspectos distributivos a lo largo del tiempo y el trabajo institucional o el buen gobierno. Por otro lado, Martínez y Mlachila (2013) señalan que el crecimiento de buena calidad es aquel que es fuerte, estable, sostenible, aumenta la productividad y conduce a resultados socialmente deseables, como mejores niveles de vida y alivio a la pobreza. Adicionalmente, Garcia (2020) argumenta que el crecimiento no solamente debe ser acelerado, sino también debe asegurar la compatibilidad de las cuatro “es”: estabilidad macroeconómica; eficiencia y competitividad; equidad e inclusión social; y equilibrio y sostenibilidad ambiental.

Mlachila et al. (2014) proponen un índice, aproximado, de crecimiento de calidad (QGI, por sus siglas en inglés) tomando en cuenta dos componentes:

  1. La naturaleza intrínseca del crecimiento, donde se incluye cuatro dimensiones: solidez; estabilidad; diversificación de recursos; y orientación hacia el exterior.
  2. Los resultados sociales, considerando dos dimensiones: una vida larga y saludable; y el acceso a educación/conocimiento.

Los autores estiman el QGI para 93 países en desarrollo -57 de ingresos medios y 36 países de ingresos bajos- para el periodo entre 1990 y 2011. La posición de Bolivia en los sub-periodos puede apreciarse en la Tabla 1.

Tabla 1: Bolivia: Índice de Crecimiento de Calidad (QGI) e Indicadores del Producto Interno Bruto (PIB)

Fuente: La posición del QGI fue obtenida de Mlachila et al. (2014) y las tasas de crecimiento fueron elaboradas a partir de información provista por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

La posición de Bolivia, en la muestra de 93 países, presenta una mejora destacable entre 1990-1994 y 1995-1999; pasando del puesto 49 –i.e. por debajo de 48 económicas- al 25. Este escenario puede responder al hecho de que en los primeros años de la década de 1990 el gobierno trabajó principalmente en el fortalecimiento de la estabilización macroeconómica y las directrices de varias reformas; mientras que en el segundo periodo se aplicaron estas últimas, como en los casos de salud y educación. Durante 2000-2004, el país cae al 38° lugar; posiblemente asociado a los problemas sociopolíticos y la recesión económica de la época. Sin embargo, esta tendencia continúa y durante 2005-2011 llega a la posición 41.

Con todo, el indicador sube en términos absolutos entre 1990-1994 y 1995-1999 y en los siguientes periodos se mantiene prácticamente en el puntaje de 1995-1999; alrededor del 70%. Esto muestra que muchos otros países tuvieron un mejor desempeño en términos de un crecimiento de calidad, mejorando su posición en el ranking en relación a Bolivia.

En la Tabla 1 se observa también que el periodo 2005-2011 destaca por las altas tasas de crecimiento del PIB y del PIB per cápita en relación a los años anteriores, debido -como es de amplio conocimiento- al boom de los precios de las principales materias primas de exportación; pero, además, cabe notar la menor tasa de incremento de la población. En este escenario, la información muestra que este crecimiento económico no tuvo mejores resultados que los sucedidos durante 1995-1999; a pesar de la importante bonanza económica y un mejor entorno para el desarrollo a nivel mundial. Sin duda, este resultado se ha expuesto en la crisis Covid-19; con las varias y persistentes debilidades económicas, sociales e institucionales del país.

Bibliografía:

  • Garcia, R. E. (2020). América Latina: La Urgencia de una Estrategia Renovada de Desarrollo. En E. García R. (coord.), Desenvolvimento e Cooperação na América Latina: A Urgência de uma Estratégia Renovada (pp. 49-78). São Paulo, Brasil: editorial Universidad de São Paulo (USP).
  • Martinez, M., y Mlachila, M. (2013). The Quality of the Recent High-Growth Episode in Sub-Saharan Africa. IMF Working Paper 13/53. Washington D.C., Estados Unidos: Fondo Monetario Internacional.
  • Mlachila, M., Tapsoba R., y Tapsoba, S. (2014). A Quality of Growth Index: A Proposal. IMF Working Paper 14/172. Washington D.C., Estados Unidos: Fondo Monetario Internacional.
  • Thomas, V., Dailami, M., Dhareshwar, A., Kaufmann, D., Kishor, N., López, R., y Wang, Y. (2000). The Quality of Growth. Nueva York, Estados Unidos: Oxford University Press.

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*Directora Ejecutiva e Investigadora Senior de INESAD, beatriz_muriel@hotmail.com, bmuriel@inesad.edu.bo

Los puntos de vista expresados en el blog son de responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la posición de sus instituciones o de INESAD. 

 

El coronavirus y la extrema pobreza: el caso de las zonas urbanas de Bolivia

Por: Beatriz Muriel H., Ph.D.*

En las últimas semanas, varios organismos multilaterales han mencionado el problema de recesión que enfrentará América Latina y el mundo a raíz del coronavirus y su rápida propagación. Por esta enfermedad, una buena parte de la sociedad civil en varios países, entre éstos en Bolivia, demandó la urgencia de tener políticas públicas para frenar la propagación. En el país, la respuesta fue la limitación del movimiento de las personas y, después, la cuarentena de 25 días comenzando el 22 de marzo del 2020. Desde la perspectiva de una cara de la moneda, la cuarentena resplandece como la mejor solución al problema. Con todo −y sin desmerecer las ventajas de esta medida−, los economistas hemos aprendido a observar también la cruz del otro lado de la moneda; un aprendizaje no muy grato en esta particular coyuntura, pero que es importante apuntarlo.

Así, un primer y modesto paso es estimar la incidencia de la cuarentena sobre la extrema pobreza (o indigencia) en las zonas urbanas de Bolivia –sin desmerecer la relevancia de otras afectaciones–. La extrema pobreza es estudiada porque mide la posibilidad de consumir lo primordial en esta particular coyuntura; es decir, si los ingresos de los hogares pueden cubrir o no una canasta indispensable de alimentos. Las regiones urbanas son seleccionadas ya que presentan una dinámica laboral bastante menos estacional con relación a las áreas rurales −donde priman las actividades agropecuarias− y, por lo tanto, son más fáciles de ser estudiadas.

La Tabla 1 presenta un ejercicio sencillo de estimación de esta incidencia a partir de la Encuesta de Hogares 2018 (última base de datos pública). Los hogares han sido divididos por cuartil de ingresos del hogar (laborales y no laborales); desde aquellos con ingresos más bajos (1°) hasta los más altos (4°) –2,36 millones de familias y 7,90 millones de personas en total–. Cabe notar que las brechas (en promedio) de los ingresos per cápita entre los estratos son más altas que en el agregado; lo cual responde al hecho de que la tasa de dependencia –medida aquí como la razón entre los miembros que no trabajan y los ocupados a nivel hogar– es más alta (en promedio) en los estratos de ingresos más bajos. Los hogares en extrema pobreza se encuentran en el primer cuartil: el 23,0% de éstos ya tiene ingresos per cápita que no cubren una canasta mínima de alimentos (135,9 mil hogares y 571,1 mil personas), y el 82,6% son pobres.

Una implicación de la cuarentena de los 25 días es que muchos trabajadores no cuentan con ingresos laborales en estos días. Para identificarlos se ha supuesto que ellos son los que –en la ocupación primaria– no tienen ningún contrato firmado ni tampoco reciben aguinaldo. En contraste, los ocupados que no son afectados son aquellos que –en la ocupación primaria–: cuentan con ítem, con contrato de trabajo firmado con fecha de vencimiento, o no tienen ningún contrato firmado pero cuentan con aguinaldo. De esta manera se separa a aquellos trabajadores que no tienen empleador o tienen pero sin ninguna cobertura de la norma ni contrato firmado (los afectados) de los que tienen alguna protección laboral o que han firmado un contrato donde se podría negociar (hipotéticamente) todas las horas laborales perdidas a futuro. Una vez identificados a los trabajadores afectados, el siguiente paso ha sido estimar la proporción de reducción de sus ingresos mensuales de esta ocupación primaria por días (25 de 30,31 días) en los ingresos del hogar. A partir de esta aproximación, los hogares han sido también definidos con “vulnerabilidad alta”, cuando todos los miembros ocupados perciben perdidas en sus ingresos y, por lo tanto, los hogares “viven al día”.

Tabla 1: Indicadores a nivel hogar y estimaciones de la incidencia de la cuarentena y los bonos en los ingresos del hogar
(por mes)

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Hogares de 2018.
Notas: (1) la tasa de dependencia es definida aquí como la razón entre los miembros que no trabajan y los ocupados a nivel hogar; (2) la población ocupada no asalariada es la que no recibe un salario propiamente dicho (i.e. es cuenta propia, cooperativista, jefe o socio que no recibe salario o trabajador sin remuneración); (3) hogares donde todos los que trabajan tienen una ocupación precaria.

La Tabla 1 muestra que el porcentaje de trabajadores cuyo jefe de familia es no-asalariado (i.e. no tiene un empleador) es, en general, alta; especialmente para el primer cuartil (63,5%). La tasa de vulnerabilidad es aún más alta −dado que incluye a aquellas personas que si bien tienen un salario, se encuentran en una situación laboral precaria−; pero, al igual que el caso anterior, disminuye a medida que el cuartil es más alto. El ajuste de los ingresos del hogar –por la pérdida de los ingresos laborales de los trabajadores con ocupaciones precarias– muestra una caída sustantiva; principalmente para aquellas familias con menores recursos (-53,6%).

En el ejercicio se incluye también, como parte de los ingresos del hogar, los bonos ofrecidos recientemente por el gobierno: i) el “bono familia” de Bs. 500, que será entregado a cada estudiante que curse los ciclos inicial y primario en una institución estatal o de convenio (un millón de niños y adolescentes en las zonas urbanas); ii) la “canasta familiar” de Bs. 400, que será entregada a las personas que reciben la renta dignidad –y ninguna otra renta o jubilación–, el bono Juana Azurduy o el bono por discapacidad (601 mil personas en las zonas urbanas).

De acuerdo a los cálculos, el “bono familia” llegará en mayor proporción a los hogares de menores ingresos (53,8%) que a los de mayores ingresos (6,8%); sin embargo, no cubrirá a todos los hogares más necesitados (1° cuartil). Un factor positivo es que aquellos hogares del primer cuartil beneficiados con el bono reciben también montos más altos, puesto que éstos tienen un número mayor de niños y adolescentes con las características requeridas. La “canasta familiar” llegará de manera parecida a los estratos analizados; una vez que beneficia a personas que se encuentran dentro del grupo más susceptible de complicaciones de salud frente al contagio del coronavirus.

Las estimaciones muestran que la inclusión de los bonos permite una recuperación, aunque parcial, de los ingresos del hogar; donde destaca el cuartil de ingresos más bajos, que en términos netos presenta la menor tasa de pérdida (-26,1%). No obstante, todavía muchos hogares –frente a la caída de sus ingresos– tienen recursos insuficientes para cubrir su canasta alimentaria: el 63,9% en el primer cuartil, 38,7% en el segundo, 19,2% en el tercero e incluso el 2,0% en el cuartil de ingresos del hogar per cápita más alto.

En conclusión, las estimaciones realizadas a partir de la encuesta de hogares (a pesar de sus limitaciones) llaman a reflexionar sobre la cruz de la otra cara de la moneda; que no es trivial. Si bien los hogares de los últimos dos estratos de ingresos (3° y 4°) pueden tener mayores posibilidades de cubrir su consumo con ahorros, el primer cuartil es el más crítico (con 63,9%, 377,5 mil hogares y 1,7 millones de personas, en extrema pobreza), puesto que ya corresponde a hogares de ingresos escasos, y muy probablemente muchos de éstos tienen bajos (o nulos) ahorros, así como dificultades para captar préstamos de corto plazo.

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* Directora Ejecutiva e Investigadora Senior de INESAD, beatriz_muriel@hotmail.com, bmuriel@inesad.edu.bo

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Los ciclos económicos y los ingresos laborales en Bolivia

Por: Beatriz Muriel H. Ph.D.*

Los ingresos laborales –que agregan tanto los salarios de los empleados y obreros como los ingresos de los trabajadores independientes– pueden tener un desempeño pro-cíclico, a-cíclico o contra-cíclico con relación al desempeño de la economía. La pro-ciclicidad se da en los casos donde el aumento de la producción –en un escenario de bonanza–  promueve un mayor requerimiento de mano de obra, y, desde aquí, las remuneraciones se vuelven más atractivas. Aún más, en el caso de los auto-empleados, el auge económico favorece el consumo de su producción y/o ventas –e.g. ventas de ropa y comida rápida– e inclusive puede estar asociado con precios más altos –e.g. los bateadores de oro venden los gramos encontrados al doble o triple–. En contraposición, en los periodos de desaceleración o recesión, la producción y el consumo caen y los ingresos laborales se reducen.

En otros casos, los ingresos pueden ser a-cíclicos; es decir, no estar asociados con los periodos de bonanza o recesión económica. Este puede ser el caso donde, bajo la existencia de sindicatos, las negociaciones obrero-patronales determinan los niveles salariales para un mediano y largo plazo, o donde éstos son determinados por el Estado –e.g. en una economía planificada–. Sin embargo, éstos pueden ser también contra-cíclicos cuando los salarios nominales se ajustan lentamente frente a caídas en los precios agregados (contextos de deflación).

Bajo este marco, cabe preguntarse  ¿Cómo han evolucionado los ingresos laborales en Bolivia? ¿Han sido afectados por los ciclos económicos?

El Gráfico 1 presenta la trayectoria del ingreso laboral real en Bolivia–a precios de 2007, según el último año base del Índice de Precios al Consumidor–; considerando tanto el promedio agregado de toda la población ocupada como las respectivas medidas correspondientes a los trabajadores que reciben salarios y a los que son independientes.

Gráfico 1: Ingresos laborales reales, 2000-18

(En Bs. de 2007)

Fuente: Elaboración EMINPRO-INESAD, en base al Instituto Nacional de Estadística (INE), Encuestas de Hogares 2000 al 2018.

A nivel agregado, entre 2000 y 2004, el crecimiento del PIB es bajo, 2,8% promedio anual, coincidente con un estancamiento de los ingresos de los trabajadores. En el periodo de expansión, 2005-2014, la tasa aumenta al 5,1% y los ingresos laborales reales lo hacen al 3,6% promedio anual. En los años de desaceleración, 2015-2018, el crecimiento del PIB cae a 4,2%; mientras que los ingresos bajan a una tasa de -2,6% (incluso llega al -3,4% anual en 2014-2018).  Este comportamiento muestra que los ingresos siguen, en alguna medida,  el desempeño de la economía; aunque se observa una pro-ciclicidad algo mayor para el caso de los trabajadores no asalariados (principalmente desde 2004).

Al respecto, Muriel y Vera (2015) estiman un modelo econométrico para el caso de Bolivia¹ aproximando los ciclos económicos con los componentes cíclicos de los precios agregados y del PIB; y calculan que el incremento del 1% en los precios de corto plazo aumenta los ingresos en 0,5%, y el incremento del 1% en la producción de corto plazo en 0,52%. Con todo, el crecimiento del 1% del PIB tendencial, o de largo plazo, también sube los ingresos laborales en un 0,4%.

Esta información muestra que los ingresos laborales han sido afectados por los ciclos económicos; por lo que frente a un periodo de bajo crecimiento –como el pronosticado para 2019-2020–  se esperaría también un bajo desempeño. Esta apreciación es particularmente importante para explicar también por qué la pobreza no se ha reducido en los últimos años; puesto que los ingresos laborales representan alrededor del 90% de los ingresos del hogar (los que son utilizados para medir la pobreza monetaria).

Referencias: 

¹ Muriel, H. B., y Vera C. H. (2015). Cycles versus trends: the effects of economic growth on earnings in Bolivia. Documentos de Trabajo sobre Desarrollo #08. La Paz, Bolivia: Fundación INESAD. Los autores suponen que el mercado laboral se rige bajo los principios de segmentación sectorial, y estiman un modelo de ingresos, considerando tanto variables de oferta como de demanda laboral. Los datos provienen de las encuestas de hogares de 1999 a 2012, de donde construyen un pseudo-panel para todo el periodo.

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* Directora Ejecutiva e Investigadora Senior de INESAD, beatriz_muriel@hotmail.com, bmuriel@inesad.edu.bo

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Deuda Pública en Bolivia ¿Cómo entenderla a partir de la teoría y los datos?

Por: Beatriz Muriel H., Ph.D *

En los últimos meses se han publicado una serie de noticias sobre la deuda pública, principalmente la externa, donde en algunos casos se expresan niveles preocupantes y en otros más bien de buen desempeño. Con todo, desde la teoría económica, es importante que la mirada sea más precisa; sobre todo si se desea evaluar su sostenibilidad en el tiempo.

El Gráfico 1 describe dos indicadores usuales asociados a la deuda externa. El primero es su evolución medida en millones de $us (barras plomas): entre 1990 y 2005, la tasa de crecimiento promedio anual llegó a 1,4%, y entre 2007 y 2018 al 14,5% ¡10 veces más por año! Con todo, cabe notar que hasta 2007, el país se benefició de políticas de alivio de la deuda, lo que explica en parte la baja tasa durante 1990-2005 y sobre todo la fuerte caída entre 2005 y 2007.

Gráfico 1: Deuda e ingresos del Sector Público no Financiero (SPNF), 1990-2018

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de UDAPE y Banco Central de Bolivia.

 

La deuda, medida en valores nominales, es un indicador que permite conocer la evolución de la variable; sin embargo, dice poco sobre su capacidad de repago o sostenibilidad. Para entender el punto imagine que una persona, Juana, está buscando un crédito de $us 40.000 para comprar un departamento: Si Juana es soltera, sin hijos, y tiene un empleo permanente con un salario de $us 4.000 mes, es muy posible que obtenga un crédito ya que es altamente probable que lo pague en el futuro; sin embargo, si es viuda con cinco hijos y tiene un empleo temporal con un ingreso de $us 300 será difícil que lo obtenga.

En este sentido, la deuda externa sobre el PIB (Producto Interno Bruto) es utilizada como una medida aproximada de la capacidad de repago de los países; ya que es igual al ingreso nacional. El Gráfico 1 muestra que entre 1990 y 2005 esta razón decrece a una tasa de 3,1% (línea verde), cae significativamente entre 2005 y 2007; y durante 2007-2018 incrementa a una tasa del 3,3%, pero menor que la evolución de la deuda en valores nominales. En el año 2018 esta se sitúa en 24% lo que sería “saludable” de acuerdo con las recomendaciones de algunos organismos internacionales (que sitúan en topes entre 40% y 50%) y, por lo tanto, a priori parecería que no hay mucho de qué preocuparse.

Con todo, la razón deuda externa/PIB es un indicador bastante imperfecto para medir la capacidad de repago de esta y aún más su sostenibilidad en el tiempo. Al respecto, la teoría económica cuenta ya con muchos avances en el debate, de los cuales cabe mencionar tres aspectos fundamentales para el caso de Bolivia.

El primero es que la deuda externa no cuenta toda la historia del endeudamiento público en el país; dado que desde aproximadamente 1997 la deuda interna ha ido adquiriendo importancia, comenzando con los créditos de las AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones) para cubrir los déficits del sistema de reparto, pasando por la emisión de bonos públicos por los gobiernos central y sub-nacionales y acabando con los préstamos a las empresas estatales. Lastimosamente solamente se conoce la deuda contraída por el Tesoro General de la Nación, que llegó a cerca del 12% del PIB en 2017 (de acuerdo a datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas); por lo que la interrogante persiste ¿cuánto es la deuda interna del Sector Público no Financiero (SPNF)?. De hecho, solo respondiendo a esta interrogante se puede tener un panorama completo de la deuda pública.

El segundo es que el PIB, sobre todo en el caso de Bolivia, no está siendo un buen indicador de la capacidad de repago. Para entender esto, recuerde a Juana que quería un crédito, lo importante para que los bancos determinen dárselo eran sus ingresos presentes y futuros. Así, la medida relevante debería ser los ingresos del SPNF. El Gráfico 1 (línea anaranjada) muestra que desde el 2014 esta variable cae como porcentaje del PIB (de 51% en ese año al 40% en 2017); lo que muestra justamente que el aumento del PIB no está reflejando la menor capacidad de repago del SPNF.

Sin embargo, para evaluar sostenibilidad, lo más importante son los ingresos futuros del SPNF; ya que si volvieran a crecer de manera importante la necesidad de endeudamiento se reduciría. Nuevamente, imagínese el caso extremo de que Juana tenga un lamentable accidente y deje de trabajar durante el resto de su vida con una renta mínima de $us 250 mensual. En este nuevo escenario será difícil que el banco le preste pues sus ingresos futuros son bajos. Sin embargo, si Juana se recupera y en un par de meses vuelve a trabajar y ganar $us 4.000 entonces volverá a ser sujeto de crédito.

La pregunta fundamental es entonces ¿a cuánto ascenderán los ingresos futuros del SPNF en los siguientes (al menos cinco) años? Ciertamente esto no es fácil de responder sobre todo porque, tomando en cuenta que estos se componen en buena parte de los impuestos derivados del gas, cabe conocer los precios futuros del gas, las ventas futuras del gas (donde es importante tomar en cuenta también la “deuda externa implícita” que se tiene con Brasil por haber recibido dinero sin una contraparte en volumen por el contrato take-or-pay) y, en general, la producción futura del gas.

El tercer aspecto es que el mayor endeudamiento público está justamente generando un mayor incremento del PIB, lo que se constituye en un motivo más para que el indicador deuda/PIB no sea el adecuado. Esto porque el crédito ha llevado a que los gastos del gobierno sigan aumentando, lo que ha generado mayor demanda interna y mayor renta nacional. Dicho de otra manera, si no se hubiera obtenido créditos adicionales, el PIB no hubiera crecido a tasas mayores al 4%. Esta política no es equivocada si, justamente, los ingresos del SPNF volverán a sus elevados niveles de años anteriores al 2015; pero si este no es el caso, lo que se está haciendo es retrasar, y agravar, el problema de la caída de estos ingresos sobre la economía.

Por último, resta preguntarse que si, como en el ejemplo, el banco prestara a Juana los $us 40.000 seguramente sería porque evaluó sus ingresos futuros avalando su capacidad de repago; razón por la cual los bolivianos deberíamos dormir tranquilos ya que seguramente los acreedores del SPNF estarían haciendo lo mismo. Lastimosamente este no es el caso por diversos motivos. Entre ellos, los acreedores externos no son en la mayoría de los casos bancos privados (que buscan utilidades y no pueden hacer malos negocios), sino que manejan recursos que provienen de otros estados y, por lo tanto, tienen otros objetivos al otorgar créditos, como promover el desarrollo social o tener mayores lazos sociopolíticos, entre otros. Además, los acreedores internos tampoco son bancos en la mayoría; por ejemplo, los ciudadanos bolivianos tenemos obligatoriamente por ley, desde el año 1997, que prestar al gobierno para amortiguar el déficit del sistema de reparto.

En conclusión, mientras no se tenga una buena aproximación, con bases técnicas, de cuáles serán los ingresos futuros del SPNF, queda difícil determinar si el actual nivel de deuda es saludable o no y, en todo caso, será ciertamente mejor una prudencia fiscal.

*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.

Doble Aguinaldo ¿Bendición o Maldición?

Por Beatriz Muriel H., Ph.D*

En días pasados, el Presidente de Bolivia oficializó el pago del segundo aguinaldo para el año 2018. La medida deviene de la hipótesis de que frente a un entorno de crecimiento económico destacable, los trabajadores deben compartir los mayores ingresos de este desempeño; que se reflejan en los mejores retornos de las empresas.

Esta hipótesis se remonta a algo más de 150 años atrás, donde Marx dividió a los actores económicos en capitalistas, usualmente los que acaparan todas las rentas del negocio, y obreros. En su libro “El Capital” definió la plusvalía (p) como los beneficios del capitalista tras descontar todos los costos de producción: capital constante (c) derivado de los medios de producción e inversión, y capital variable (v) correspondiente al trabajo. De esta manera: p=m – c – v; donde m es el valor de la mercancía. Aún más, Marx determinó la tasa de plusvalía o explotación t=(p/v)´100; es decir que si p=100 y v=100 entonces la tasa de explotación sería del 100%. Bajo esta teoría, si p aumenta (e.g. por el supuesto resultado del crecimiento económico) entonces se deben tomar medidas para que v también aumente; caso contrario la tasa de explotación aumenta. Por este motivo el doble aguinaldo parecería ser una ¡BENDICIÓN! para los obreros.

Desde mi perspectiva, posiblemente coincidente con mucha gente, Marx fue un gran pensador para su época. Sin embargo, la ciencia económica ha avanzado de manera importante en los últimos 150 años y sería muy sesgado pensar que las relaciones obrero-capitalistas son actualmente “à la Marx”. Al respecto se pueden mencionar muchísimos aspectos, desde que estas relaciones no son lineales hasta que p puede ser una función creciente de v, pero en este artículo quiero enfocarme en algunos factores que son relevantes para el tema tratado.

En primer lugar, la división de las relaciones laborales entre obreros y capitalistas es poco aplicable al caso de Bolivia; ya que el mayor porcentaje (46,3%) de la población trabajadora es al mismo tiempo obrera y capitalista, i.e. cuenta propia, cooperativista o patrón trabajador (ver Gráfico 1). Para ellos, su ingreso laboral se confunde con su renta capitalista y no tiene sentido que se auto-paguen aguinaldo. Los trabajadores familiares y aprendices sin remuneración, que componen el 17,8%  de la población ocupada, no reciben ningún salario ya que trabajan usualmente en sus unidades productivas. Esto quiere decir que algo más de 64 de cada 100 trabajadores están totalmente al margen de cualquier normativa relativa al doble aguinaldo.

Bolivia: Trabajadores por Categoría Ocupacional y Tenencia de Aguinaldo, 2017

(Participación porcentual)

Fuente: Elaboración EMINPRO – INESAD en base a datos del Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Hogares 2017.

 

Aún más, un 19,7% de los trabajadores asalariados no reciben aguinaldo -ya sean del sector público o del privado- ya sea porque trabajan a destajo o por contrato fijo, por lo que la aplicación de la medida se reduce a apenas el 16,2% de la población ocupada.

En segundo lugar, es importante saber que todas las variables de la ecuación de Marx (p, m, c y v) son endógenas; es decir, dependen unas de otras así como de otras variables económicas. Este hecho es fundamental porque, por ejemplo, es prácticamente imposible que los capitalistas puedan incrementar m, de tal manera que p aumente manteniendo c y v constantes. Un caso muy sencillo de entender esto es considerar que m es igual a las ventas de chompas (precio por cantidad), por lo que una mayor producción de estas necesariamente implica que se requieren más trabajadores y más capital y, por lo tanto, c y v aumentan. Además, en mercados competitivos p puede incrementar en un corto plazo pero regresa a su valor anterior al aumento de la producción, dadas las fuerzas del sistema económico (los incrementos de las diferentes variables se compensan).

El problema es entonces cuando se quiere aumentar v artificialmente, como el doble aguinaldo, lo que puede resultar ser una ¡MALDICIÓN! Esto ocurre principalmente porque el capital y el trabajo están relacionados; es decir, la mayor cantidad de chompas puede estar asociada a una mayor compra de máquinas de tejer y despidos (o no contrataciones) de trabajadores bajo la amenaza del pago del doble aguinaldo. Una segunda opción del capitalista puede ser internalizar este costo laboral adicional en el mismo salario en futuras contrataciones, de tal manera que este beneficio se diluye con peores condiciones para la población ocupada y mayor desempleo, auto-empleo o precariedad laboral.

Los datos apuntan a que el doble aguinaldo se ha constituido en un privilegio para pocos y en una maldición para muchos. Un ejemplo de ello es que, pese a que la economía sigue creciendo de manera destacable de acuerdo a datos oficiales, en el año 2012, antes de esta medida, más trabajadores recibían doble aguinaldo (18,2%). Claro está cabe hacer análisis de causalidad rigurosos para comprobar esta hipótesis.

*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.

Ventajas Comparativas: Base del Comercio Internacional en Bolivia

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Por Beatriz Muriel H., Ph.D*

En julio fue el lanzamiento del libro “Un Siglo de Economía en Bolivia 1900-2015” publicado por la Fundación KAS, del cual tuve la satisfacción de participar con un tópico sobre la historia de los patrones comerciales del país (1900-2015). Uno de los desafíos más interesantes fue recolectar datos que permitan evaluar la composición de las exportaciones e importaciones a lo largo del periodo de análisis. Con todo, en este artículo no enfatizaré sobre estos – el libro puede ser descargado en este link – sino sobre el principal hallazgo que encontré: los patrones comerciales en Bolivia han estado históricamente determinados por las ventajas comparativas asentadas en recursos naturales.

Para los lectores poco familiarizados con el concepto, la literatura describe las ventajas comparativas a partir del modelo de Heckscher-Ohlin-Vaneck (HOV). Esta teoría es una ampliación de Heckscher-Ohlin considerando muchas economías, numerosos bienes y varios factores de producción; donde las relaciones comerciales son estudiadas a través del contenido de estos factores implícitos en los bienes (y no de los bienes en sí mismos). En este caso, un país relativamente rico en algunos factores de producción tenderá a exportar los servicios de estos factores y a importar los servicios de sus factores relativamente escasos.

Como se sabe, Bolivia ha sido relativamente rica en factores tales como recursos minerales, reservas hidrocarburíferas y tierras aptas para la agropecuaria. En efecto, las exportaciones estuvieron concentradas en materias primas extraídas de la naturaleza.  En la primera mitad del siglo XX destacó el aumento de las ventas de estaño que desplazó la primacía de la plata. En la segunda mitad del siglo XX, las exportaciones de estaño continuaron siendo importantes pero las ventas de hidrocarburos y algunos alimentos y productos agrícolas (como la soya y derivados) ganaron significancia en algunas décadas, mientras que desde el siglo XXI la historia favoreció al gas natural.

En contraste, las importaciones provinieron del aprovechamiento de tierras fértiles, capital físico y mano de obra calificada de otros países durante la primera mitad del siglo XX; ya que se concentraron en alimentos y manufacturas cada vez más intensivas en capital (y uso de nuevas tecnologías). Con todo, la visión del Estado de promover el desarrollo del sector agroindustrial en el oriente, a partir del Plan Bohan de 1942, dio sus frutos haciendo que las importaciones de alimentos disminuyan hasta el siglo XXI; aprovechando las ventajas comparativas que potencialmente se tenían en las tierras fértiles. Sin embargo, las importaciones de manufacturas continuaron a la vanguardia con productos de cada vez mayor transformación.

Los patrones comerciales basados en ventajas comparativas no son algo que debería sorprender. Trefler (1995)[1], por ejemplo, testea el modelo de HOV para 33 países y nueve factores de producción y encuentra que, cuando se controla por diferencias en tecnología, aranceles y costos de transporte, el modelo predice el 93% del comercio internacional. En realidad lo que asombra es que en el país prácticamente las ventajas comparativas se han asociado a exportaciones de materias primas sin el catch up de las olas industriales ocurridas en el mundo.

Un ejemplo de lo mencionado es China. Este país ha sido relativamente rico en mano de obra, y si no se hubieran implementado medidas para promover el desarrollo industrial, el factor trabajo seguiría siendo utilizado en agropecuaria y manufacturas en su mayoría de baja transformación. Sin embargo, esta ventaja comparativa ha sido muy bien aprovechada desde finales de los 70, y en las últimas décadas China ha estado a la vanguardia en crecimiento económico.

Cabe preguntarse nuevamente entonces ¿Qué pasó con Bolivia?

[1] Trefler, D. (1995). “The Case of the Missing Trade and Other Mysteries”. American Economic Review 85(5): 1029-46.

*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.

¿Cuáles son los principales problemas del clima de negocios en Bolivia?

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Por Beatriz Muriel H., Ph.D*

El clima de negocios supone las características del entorno económico, político, institucional y social de un dado país que pueden incentivar o desmotivar el desarrollo productivo vía el crecimiento empresarial.

En el año 2017, el Banco Mundial (2017)[1] realizó una encuesta a 364 firmas formales de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, con cinco trabajadores o más. El objetivo fue recolectar información sobre el clima de negocios; además de indagar ciertas características e indicadores de desempeño de las firmas.

La encuesta investigó los siguientes obstáculos relativos al clima de negocios: acceso a las finanzas; acceso a la tierra; licencias comerciales y permisos; corrupción; tribunales; crimen, robo y disturbios; regulaciones aduaneras y comerciales; electricidad; fuerza laboral con educación inadecuada; regulaciones laborales; inestabilidad política; prácticas del sector informal; administración tributaria; tasas impositivas; y transporte.

El Gráfico 1 presenta los siete mayores obstáculos relativos al clima de negocios apuntados por las empresas en Bolivia, y contrasta con aquellas de América Latina y el Caribe. El 23% de las empresas en el país consideró que el mayor obstáculo son las “prácticas del sector informal”; lo que responde -como es ya conocido- a los elevados costos de formalidad que promueven inequidades entre los que pagan y los que no pagan al momento de competir en el mercado interno. La “administración tributaria” y las “tasas impositivas” son señaladas en el segundo y tercer lugar, respectivamente, con porcentajes de 13% y 12%.

Gráfico 1: Siete Mayores Obstáculos del Clima de Negocios en Bolivia y Comparación con América Latina, 2017.

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Fuente: Elaboración propia con base a datos del Banco Mundial (2017)

En contraste, en América Latina y el Caribe el obstáculo más importante está asociado al “acceso a financiamiento”, ya que es apuntado por el 15% de las empresas. Las “prácticas del sector informal” son también relevantes para algunas firmas, aunque el porcentaje es mucho menor que para el caso de Bolivia (13%). En tercer lugar se sitúa la “fuerza de trabajo con educación inadecuada” con el 12% de respuestas.

Un aspecto interesante al evaluar el clima de negocios es que la relevancia de los factores difiere por tamaño de empresa. El Gráfico 2 muestra que para las firmas entre 5 a 99 trabajadores el mayor obstáculo son las “prácticas del sector informal”. Para aquellos que cuentan con 5 a 19 empleados, la política y la gestión tributaria se constituyen también en factores que entorpecen el desempeño empresarial, mientras que para las que se sitúan entre 20 a 99 trabajadores, la “corrupción” y las “regulaciones laborales” limitan su crecimiento.

 

Gráfico 2: Tres Mayores Obstáculos del Clima de Negocios en Bolivia por Tamaño de Empresa, 2017.(En porcentaje).

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Fuente: Elaboración propia con base a datos del Banco Mundial (2017)

En el caso de las empresas grandes -con 100 o más empleados- el 42% señala que las “regulaciones laborales” son el obstáculo más importante en materia de clima de negocios, mientras que la “administración tributaria” queda en segundo lugar (24%) y las “tasas impositivas” en tercero (11%).

En resumen, la información muestra que Bolivia se destaca por una competencia desleal asociada al sector informal, y que aún se agrava por el peso institucional vía cargas tributarias, laborales y escenarios de corrupción. Estos factores serían los principales obstáculos para el desempeño productivo-empresarial formal.

*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.

 

Referencias:

[1] World Bank (2017). Enterprise Survey: Bolivian Country Profile. Washington DC: International Bank for Reconstruction and Development, The World Bank Group.

Ciclicidad de los gastos fiscales en Bolivia y el mundo

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Por Beatriz Muriel H., Ph.D*

Los gastos fiscales pueden aumentar en el tiempo de manera pro-cíclica, a-cíclica, o contra-cíclica; es decir, acompañando el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), estando al margen de esta dinámica, o yendo en sentido contrario.

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¿Qué explica el PIB al primer trimestre de 2017?

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Por Beatriz Muriel H., Ph.D*

En días pasados, el Gobierno anunció que el PIB (Producto Interno Bruto) de Bolivia creció en 3,34% el primer trimestre de 2017 con relación al 2016. En particular, el Ministro de Economía y Finanzas señaló que “el crecimiento económico boliviano está siendo sostenido por la demanda interna”, donde destacó el desempeño de los sectores agropecuario (8,6%) y construcción (7,2%). En contraste, los rubros con un incremento negativo fueron hidrocarburos (-14,1%) y minería (-1,6%)[1].

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¿Qué, cuántos y quiénes son los NINIS (Ni Estudian Ni Trabajan) en Bolivia?

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Por Beatriz Muriel H., Ph.D

El fenómeno de los jóvenes NINIS (es decir, jóvenes que Ni Trabajan Ni Estudian) está adquiriendo cada vez mayor realce en el debate académico y mediático; aunque definitivamente el concepto es todavía una caja de sorpresas sujeta a múltiples teorías sobre su contenido. En un extremo, los NINIS son imaginados como aquellos jóvenes, en su mayoría flojos, que pasan su tiempo jugando videojuegos, viendo televisión o realizando otras actividades poco beneficiosas. En el otro extremo, los NINIS son percibidos como aquellos jóvenes que carecen de oportunidades educativas o laborales y, por lo tanto, se encuentran en una forma de exclusión social.

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