28 septiembre, 2020Desarrollo, MacroeconomíaComentarios desactivados en ¿Cómo está Bolivia en materia de desarrollo tecnológico?
Por: Beatriz Muriel H., Ph.D
Las mejoras tecnológicas se han constituido en uno de los determinantes fundamentales del crecimiento económico y, a su vez, deberían retroalimentarse de los mayores ingresos y avances productivos provenientes de la misma dinámica económica en un circulo virtuoso; sin embargo, este no parece ser el caso de Bolivia en los últimos años.
Al respecto, Machicado (2019) analiza la evolución del índice de innovación, usando información del Índice Global de Competitividad (IGC), y encuentra que, en Bolivia, el índice mejoró durante 2010-2014; pero cayó a partir de 2015, ubicándose en el puesto 135 de 137 países en 2017, con una posición peor que la que tenía en 2008. De acuerdo al autor, en el periodo de repunte se destaca la disponibilidad de científicos e ingenieros y la colaboración entre la industria y la universidad en Investigación y Desarrollo (I&D).
El Gráfico 1 presenta un segundo indicador proxy del progreso tecnológico que mide la participación porcentual de las exportaciones de alta tecnología sobre las exportaciones manufactureras totales. Estas ventas externas incluyen bienes con alta intensidad en I&D; como en la industria aeroespacial, informática, farmacéutica, instrumentos científicos y maquinaria eléctrica.
Gráfico 1: Exportaciones de Alta Tecnología en porcentaje de las exportaciones de manufacturas, 2007-2019
Fuente: Indicadores de Desarrollo del Banco Mundial (2020). La fuente primaria corresponde a la base de datos COMTRADE de Naciones Unidas.
Durante 2007-2009, las exportaciones bolivianas de alta tecnología llegan a cerca del 5% de las manufactureras, aumentan alrededor de 2010-2014, pero caen posteriormente a niveles cercanos a los primeros años de análisis –de manera parecida al índice de innovación comentado por Machicado (2019). Este porcentaje es destacablemente menor en relación con América Latina y el Caribe, y en el año 2018 representa apenas la tercera parte.
En el Gráfico cabe destacar también el desempeño de los países del Este de Asia y el Pacífico, cuyas exportaciones de alta tecnología –como porcentaje de las manufactureras– superan a regiones como Norteamérica y Europa y Asia Central. A pesar de que la brecha con Bolivia disminuye durante 2010-2014, en los siguientes años aumenta nuevamente y en 2018 el índice en la región del Este de Asia y el Pacífico representa siete veces el de Bolivia.
La falta progreso tecnológico que ha vivido el país en los últimos años puede apreciarse también en otros indicadores; como los bajos, y persistentes, niveles de productividad laboral (ver, e.g., Muriel, 2016) y el escaso gasto en I&D en el país (Banco Mundial, 2020), en comparación con otras regiones.
A pesar de que la información abarca las últimas décadas, es importante señalar que las mejoras tecnológicas han sido poco dinámicas en Bolivia a lo largo de los últimos 50 años –como se aprecia, por ejemplo, en los datos históricos de la productividad laboral–. Esto, sin duda, forma parte del retraso del país en materia de desarrollo económico y sostenible; pero sobre todo llama a una profunda reflexión sobre la urgente necesidad de superar la “maldición de los recursos naturales”.
*Directora Ejecutiva e Investigadora Senior de INESAD, beatriz_muriel@hotmail.com, bmuriel@inesad.edu.bo
Los puntos de vista expresados en el blog son de responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la posición de sus instituciones o de INESAD.
19 agosto, 2020Desarrollo, MacroeconomíaComentarios desactivados en Crecimiento de calidad: ¿En qué situación está Bolivia?
Por: Beatriz Muriel H., Ph.D*
La crisis actual derivada de la pandemia Covid-19 ha expuesto varios problemas económicos, sociales e institucionales que enfrenta Bolivia; mostrando la necesidad de reinterpretar el análisis del crecimiento económico en términos de calidad.
Desde hace varias décadas atrás, la literatura económica ha cuestionado el impacto del crecimiento sobre la pobreza y sobre la inclusión social. En este escenario, algunos autores han postulado, desde un enfoque más holístico, la noción de “crecimiento de calidad”, buscando abarcar no solamente variables sociales sino también económicas, institucionales y medioambientales; aunque el concepto no es unívoco.
Thomas et al. (2000) asocian el crecimiento de calidad con los resultados del desarrollo que los conciben como: la acumulación de los activos (capital físico, humano y natural), los aspectos distributivos a lo largo del tiempo y el trabajo institucional o el buen gobierno. Por otro lado, Martínez y Mlachila (2013) señalan que el crecimiento de buena calidad es aquel que es fuerte, estable, sostenible, aumenta la productividad y conduce a resultados socialmente deseables, como mejores niveles de vida y alivio a la pobreza. Adicionalmente, Garcia (2020) argumenta que el crecimiento no solamente debe ser acelerado, sino también debe asegurar la compatibilidad de las cuatro “es”: estabilidad macroeconómica; eficiencia y competitividad; equidad e inclusión social; y equilibrio y sostenibilidad ambiental.
Mlachila et al. (2014) proponen un índice, aproximado, de crecimiento de calidad (QGI, por sus siglas en inglés) tomando en cuenta dos componentes:
La naturaleza intrínseca del crecimiento, donde se incluye cuatro dimensiones: solidez; estabilidad; diversificación de recursos; y orientación hacia el exterior.
Los resultados sociales, considerando dos dimensiones: una vida larga y saludable; y el acceso a educación/conocimiento.
Los autores estiman el QGI para 93 países en desarrollo -57 de ingresos medios y 36 países de ingresos bajos- para el periodo entre 1990 y 2011. La posición de Bolivia en los sub-periodos puede apreciarse en la Tabla 1.
Tabla 1: Bolivia: Índice de Crecimiento de Calidad (QGI) e Indicadores del Producto Interno Bruto (PIB)
Fuente: La posición del QGI fue obtenida de Mlachila et al. (2014) y las tasas de crecimiento fueron elaboradas a partir de información provista por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
La posición de Bolivia, en la muestra de 93 países, presenta una mejora destacable entre 1990-1994 y 1995-1999; pasando del puesto 49 –i.e. por debajo de 48 económicas- al 25. Este escenario puede responder al hecho de que en los primeros años de la década de 1990 el gobierno trabajó principalmente en el fortalecimiento de la estabilización macroeconómica y las directrices de varias reformas; mientras que en el segundo periodo se aplicaron estas últimas, como en los casos de salud y educación. Durante 2000-2004, el país cae al 38° lugar; posiblemente asociado a los problemas sociopolíticos y la recesión económica de la época. Sin embargo, esta tendencia continúa y durante 2005-2011 llega a la posición 41.
Con todo, el indicador sube en términos absolutos entre 1990-1994 y 1995-1999 y en los siguientes periodos se mantiene prácticamente en el puntaje de 1995-1999; alrededor del 70%. Esto muestra que muchos otros países tuvieron un mejor desempeño en términos de un crecimiento de calidad, mejorando su posición en el ranking en relación a Bolivia.
En la Tabla 1 se observa también que el periodo 2005-2011 destaca por las altas tasas de crecimiento del PIB y del PIB per cápita en relación a los años anteriores, debido -como es de amplio conocimiento- al boom de los precios de las principales materias primas de exportación; pero, además, cabe notar la menor tasa de incremento de la población. En este escenario, la información muestra que este crecimiento económico no tuvo mejores resultados que los sucedidos durante 1995-1999; a pesar de la importante bonanza económica y un mejor entorno para el desarrollo a nivel mundial. Sin duda, este resultado se ha expuesto en la crisis Covid-19; con las varias y persistentes debilidades económicas, sociales e institucionales del país.
Bibliografía:
Garcia, R. E. (2020). América Latina: La Urgencia de una Estrategia Renovada de Desarrollo. En E. García R. (coord.), Desenvolvimento e Cooperação na América Latina: A Urgência de uma Estratégia Renovada (pp. 49-78). São Paulo, Brasil: editorial Universidad de São Paulo (USP).
Martinez, M., y Mlachila, M. (2013). The Quality of the Recent High-Growth Episode in Sub-Saharan Africa. IMF Working Paper 13/53. Washington D.C., Estados Unidos: Fondo Monetario Internacional.
Mlachila, M., Tapsoba R., y Tapsoba, S. (2014). A Quality of Growth Index: A Proposal. IMF Working Paper 14/172. Washington D.C., Estados Unidos: Fondo Monetario Internacional.
Thomas, V., Dailami, M., Dhareshwar, A., Kaufmann, D., Kishor, N., López, R., y Wang, Y. (2000). The Quality of Growth. Nueva York, Estados Unidos: Oxford University Press.
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*Directora Ejecutiva e Investigadora Senior de INESAD, beatriz_muriel@hotmail.com, bmuriel@inesad.edu.bo
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Bolivia y la mayoría de los países de América Latina, se han beneficiado en los últimos 15 años de una coyuntura económica externa muy favorable, debido a los elevados precios de las materias primas que exportan los países de la región, vigentes en los mercados internacionales. Esta coyuntura favorable ha permitido a los países crecer a mayores tasas. El gráfico 1 muestra que las tasas de crecimiento del PIB per cápita de América Latina y de Bolivia, aumentaron considerablemente a partir de 2004, después de un periodo de bajas tasas de crecimiento observadas en los primeros años de los 2000, cuando la región fue afectada por la crisis internacional. Estas altas tasas de crecimiento se mantuvieron hasta el 2008, cuando la crisis financiera internacional, resultante de la crisis hipotecaria de Estados Unidos, afectó a la economía mundial. Posteriormente hubo una recuperación, que duró hasta 2014, y a partir de 2015 las tasas de crecimiento cayeron sustancialmente para América Latina, y en menor grado para Bolivia, cuando los precios de las materias primas experimentaron bajas en los mercados internacionales.
La pregunta es si, durante el periodo de bonanza económica, el PIB per cápita de Bolivia, y de los demás países de la región de menores ingresos, tendieron a converger hacia los niveles de ingresos de los países más ricos de América Latina.
Gráfico 1: Tasa de crecimiento del PIB per cápita de América Latina y Bolivia
(variación porcentual anual)
En teoría, debería producirse una convergencia de los ingresos de los países menos ricos hacia los niveles de ingreso de los países más ricos. Según plantea el modelo de crecimiento de Solow y Swan¹, los países con la misma tasa de progreso tecnológico, van a converger todos a un sendero de crecimiento balanceado, a una tasa de crecimiento del ingreso per-cápita determinada. Si las tecnologías de producción, tasas de ahorro, y tasas de crecimiento de la población son las mismas para los países, todos van a converger al mismo nivel de ingreso per cápita también. La existencia de rendimientos decrecientes de los factores de insumo implica que los países pobres (con una base más pequeña de capital y trabajo) van a crecer a un ritmo más rápido que los países más ricos enfrentados a tecnologías idénticas, tasas de ahorro, y tasas de crecimiento de la población.
Gráfico 2: PIB per cápita de los países de América Latina
(US$ constantes de 2010)
¿Han tendido a crecer los países pobres más rápido que los países ricos en América Latina durante el periodo de bonanza?
El gráfico 2 muestra la trayectoria seguida por los PIB per cápita de los países de América Latina desde 2000 a 2017. Se identifican cuatro grupos de países al final de este periodo. En primer lugar, están Chile y Uruguay, que son los países de mayores ingresos, y que también han mostrado un crecimiento consistentemente mayor en sus niveles de PIB per cápita. Claramente, a 2017, estos dos países son los de mayores ingresos en relación al resto de países de la región, con niveles de PIB per cápita superiores a US$ 14.000, medidos en dólares constantes de 2010.
Un segundo grupo de países, donde se encuentran las economías de mayor tamaño (Brasil, México y Argentina), han registrado también un comportamiento dinámico en sus economías, y se encuentran a 2017, en un rango de PIB per cápita de entre US$ 10.000 y US$ 12.000. En este grupo de países se identifican dos casos especiales, que representan desempeños opuestos de sus economías. Por un lado, está Panamá que ha sido el país de mayor crecimiento de la región, y, gracias a la ejecución de proyectos de gran impacto, ha podido duplicar su PIB per cápita, pasando de US$ 5.500 en 2003 a US$ 11.700 en 2017. Contrariamente, tenemos a Venezuela, que, debido a un muy mal manejo de la economía y políticas erradas, ha mostrado una caída en su PIB per cápita de US$ 8.900 en 2013 a US$ 5.600 en 2017 (casi un 30% de caída).
Un tercer grupo de países presenta un crecimiento más moderado, y muestra para 2017, niveles de PIB per cápita que fluctúan en un rango de entre US$ 5.000 y US$ 8.000. Entre estos países se encuentran la mayoría de países de la Comunidad Andina (Colombia, Ecuador y Perú), además de República Dominicana y Paraguay.
Finalmente, se tiene a un cuarto grupo de países que son los más rezagados de la región que incluye a la mayoría de países de Centro América (El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) y a Bolivia. Estos países muestran en 2017 un nivel de PIB per cápita que fluctúa en un rango de entre US$ 2.000 y US$ 3.500. Resulta sorprendente observar que, pese a la gran cantidad de ingresos de exportación que disfrutó Bolivia durante el periodo de bonanza (2006-2017), el país haya mostrado una tasa de crecimiento promedio anual en su PIB per cápita de solo 3.2%, la cual le permitió superar solo a Honduras y Nicaragua. A esta tasa de crecimiento, a Bolivia le tomaría 56 años igualar el nivel actual de PIB per cápita que tiene Chile, 43 años el de Costa Rica, 35 años el de Colombia, y 10 años el de El Salvador.
Si bien es necesario realizar una evaluación más precisa sobre la existencia o no de convergencia de los PIB per cápita de los países de América Latina, a priori se observa que durante este periodo de bonanza no ha existido convergencia, y las diferencias existentes entre países han tendido a aumentar. Sin embargo, los datos muestran que hay algunos pocos países que han podido crecer a tasas muy elevadas, como es el caso de Panamá, República Dominicana y Costa Rica, que les ha permitido cerrar las brechas existentes. Bolivia lamentablemente se ha quedado rezagada, y va a ser necesario mucho esfuerzo e imaginación para crecer a mayores tasas en el futuro, que nos permitan cerrar estas brechas. Esto, en una coyuntura actual, donde las condiciones económicas no se muestran muy favorables.
Referencias:
¹ N. G. Mankiw, D. Romer & D. Weil (1992): «A contribution to the Empirics Economic Growth», en Quarterly Journal of Economics, 107, pp. 407-438.
*Investigador Senior de INESAD, lcjemio@inesad.edu.bo
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La semana pasada fue titular de primera plana en varios matutinos de circulación nacional (véase: 1,2,3), la salida de American Airlines (AA) de Bolivia a partir del 27 de noviembre del presente año. Según un artículo de la revista Forbes-Bolivia del 24 de julio, la salida de AA obedecería a una baja rentabilidad de sus operaciones en Bolivia. Considerando que las tarifas no han sufrido modificaciones, se esperaría que la baja rentabilidad se deba a una caída en la demanda de pasajeros. Ya el año pasado AA había dejado de operar en la ruta Miami – La Paz por baja rentabilidad y en un blog de también hace un año, mostré que al parecer el argumento de baja demanda en La Paz no era tan cierto.
Aprovechando los datos del Bureau of Transportation Statistics quiero analizar con un poco más de precisión este argumento de baja demanda. El siguiente gráfico muestra el flujo de pasajeros transportados por AA hacia y desde Bolivia entre 2005 y 2018 ¹. Claramente se observa un aumento de pasajeros entre el 2005 y 2007 y luego una caída hasta el 2012, un aumento transitorio el 2013 y luego una caída en 2014. Hay una pequeña recuperación el 2015, pero a partir del 2016 hay un flujo constante de pasajeros. Por lo tanto si el argumento de baja demanda fuera valido, esta se explicaría por una caída en la demanda años atrás y no recientemente.
Gráfico 1:
¿Será que esta caída en demanda se explica por la caída de demanda de pasajeros hacia y desde La Paz? Los siguientes gráficos nos muestran el tráfico de pasajeros por mes entre enero de 2005 y enero de 2019.
Gráfico 2.a:
Gráfico 2.b:
Los gráficos 2.a y 2.b cambian de manera importante el análisis de la demanda ². Por un lado queda demostrado que el argumento de baja demanda de pasajeros en La Paz no fue el motivo por el cual AA se retiró de esta ciudad. En el grafico 2a se puede ver que en todo el período siempre hubo más pasajeros que viajaban de Miami a La Paz que de Miami a Santa Cruz y por el gráfico 2b vemos que siempre hubo más pasajeros de Santa Cruz a Miami que de La Paz a Miami. De hecho aplicando test de medias para ambas muestras se ve que las diferencias son estadísticamente significativas.
Por otro lado, los datos mensuales son consistentes con el aumento de pasajeros entre 2005 y 2007, pero no con la caída que se observa después en el gráfico 1. Lo que se observa más bien es un comportamiento estacional y es en esa estacionalidad que se observa la caída de pasajeros. Lo picos que se observan siempre ocurren entre diciembre–enero y julio–agosto. Los otros meses se tiene una demanda estable. Estos picos dejan de aparecer a partir de 2014.
Esto me lleva a plantear algunas hipótesis acerca de la salida de AA de Bolivia:
Se observa una caída en demanda solamente en los meses en que se tenía mayor demanda, es decir diciembre, enero, junio y agosto, y a partir de 2014. ¿Qué explica esta caída en demanda? ¿Quiénes eran los que generaban estos picos, turistas o residentes norteamericanos en Bolivia o residentes bolivianos en EE.UU.?
Según otro artículo de Forber-Bolivia, hay razones internas que explican la salida de AA y argumentan tener una operación costosa. Si el promedio de pasajeros transportados no ha cambiado desde 2014, el hecho de haberse vuelto la operación más costosa, puede deberse a un desgaste de su flota de aviones 757-200, que ya tiene casi 20 años de edad. Si bien la noticia de Forbes indica que podrían volver a Bolivia si se llegara incorporar aviones más pequeños y de mayor rentabilidad. Llama la atención que eso demandaría mucho tiempo, pues podrían operar con aviones Boeing 737-800 al igual que opera BOA.
Puede que la salida de La Paz haya sido una mala decisión. Hay una caída de pasajeros desde EE.UU. en los meses finales de 2018, pero nada que se desvié de la media. Habría que ver los datos de los últimos meses, porque AA cambio el horario de vuelo de Miami a Santa Cruz dos veces. De hecho ahora el vuelo AA 937 sale a las 17:30 de Miami, con solo 3 frecuencias semanales.
Finalmente habría que comparar estos datos de AA con las otras aerolíneas que cubren la ruta de EE.UU. a Bolivia, que son Avianca, Latam, Copa y BoA. De todas maneras la comparación no sería perfecta salvo con Boa, que es la única aerolínea que ofrece vuelo directo de Miami a Santa Cruz y viceversa.
Referencias:
¹ No se incluye 2019 porque solo se tiene datos reportados hasta enero.
² Los saltos al final del período se explican por la salida de AA de La Paz desde el 4 de julio de 2018. Por eso para el tramo de La Paz solo se tiene contabilizados los 4 primeros días de julio.
*Investigador Senior de INESAD, cmachicado@inesad.edu.bo
Los puntos de vista expresados en el blog son de responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la posición de sus instituciones o de INESAD.
Bolivia tiene una economía pequeña y abierta al comercio internacional, donde el sector exportador siempre ha tenido un impacto importante sobre el desempeño económico de la economía en su conjunto. En los últimos 12 años (2006-2017), debido al boom de precios de exportación de materias primas del cual disfrutó la economía boliviana, los ingresos totales de exportación alcanzaron a US$ 91.3 mil millones de los cuales, US$ 31.1 mil millones (34.1%) provinieron de la minería, US$ 42.5 mil millones de los hidrocarburos (46.6%) y US$ 17.6 mil millones de las exportaciones no tradicionales (19.3%). El boom de precios de exportación, mientras duró, le permitió a la economía alcanzar metas importantes, como revertir los déficits fiscal y externo, acumular reservas internacionales y dinamizar la economía. A partir de 2014 sin embargo, los precios de varios productos de exportación comenzaron a caer, evidenciando que el super-ciclo de precios de materias primas había llegado a su término. Los menores precios se tradujeron en menores ingresos externos y fiscales lo que trajo la reaparición de los déficits externo y fiscal, pérdida de reservas internacionales, aumento en la deuda externa y desaceleración de la economía.
Si bien entre 2016 y lo que va de 2018, los precios de algunos productos se han recuperado parcialmente, lo que ha ayudado a reducir los desbalances, esta recuperación no ha sido suficiente para revertir los efectos negativos de menores precios.
Sin embargo, existe otro factor que ha restringido la recuperación de los ingresos de exportación, que es baja capacidad de los sectores exportadores para aumentar los volúmenes exportables, debido a que los bajos niveles de inversión ejecutados en la última década, lo que se ha traducido en el agotamiento de las reservas de minerales e hidrocarburos, o en una menor capacidad de expansión de la producción del sector agroindustrial. Este factor puede ser una gran limitante a futuro de la capacidad de crecimiento de la economía boliviana.
Dada el peso que tiene el sector externo en la economía boliviana, es importante entender cuál es la capacidad futura de crecimiento de los principales sectores exportadores. Durante el periodo 2006-2017, ha existido una elevada concentración de las exportaciones en pocos sectores, ya que 3 productos, todos ellos del sector extractivo, explican más del 60% de los ingresos de exportación recibidos durante este periodo: gas natural (42.8%), zinc (10.9%) y plata (9.1%). A continuación, se analiza el comportamiento reciente de los volúmenes y precios de estos 3 productos de exportación, a partir de lo cual se realiza un esbozo sobre las perspectivas futuras.
Gas Natural
El gas natural es el principal producto de exportación del país, y ha contribuido con un 42,.8% de los ingresos de exportación durante el periodo 2006-2017, equivalente a US$ 39.1 mil millones. Los volúmenes exportados alcanzaron su nivel máximo en 2014, cuando el país exportó 17.6 mil millones de metros cúbicos, es decir 48.3 millones de metros cúbicos por día. A partir de 2015 los volúmenes exportados de gas muestran una constante caída, hasta llegar a 15.3 mil millones de m3 en 2017, igual a 41.9 millones de m3 diarios. Esta caída obedece a factores de oferta y de demanda. Por el lado de la demanda, el consumo interno de gas natural ha ido aumentando debido a la ampliación del uso de gas vehicular, gas domiciliario y gas industrial, lo cual ha reducido los volúmenes de gas disponibles para la exportación. Por el lado de la oferta, se han observado bajos niveles de inversión que reditúen una ampliación de reservas probadas. Recientemente el gobierno dio a conocer que las reservas al 31/12/2017 alcanzaban a 10.7 TCFs, lo que sería suficiente para abastecer la demanda interna y externa por 14.5 años. Sin embargo, otros analistas han estimado las reservas en alrededor de 4.5 TCFs, debido a la ausencia de nuevos descubrimientos de reservas, lo que reduciría grandemente el periodo de vida útil de las reservas de gas natural y el potencial exportador del país.
Por otra parte, el precio unitario de las exportaciones de gas natural cayó en 65.6% entre 2014 y 2016, pero se ha recuperado parcialmente en 2017 y 2018, lo que ha contribuido a recuperar en parte la pérdida de ingresos externos y fiscales. La caída en el precio de exportación de gas natural le significó al país una pérdida acumulada de ingresos de exportación de US$ 11 mil millones para el periodo 2015-2017, y una caída ingresos acumulada para el SPNF de más de US$ 8 mil millones para el mismo periodo, por concepto de ingresos por hidrocarburos.
Zinc y Plata
En el sector minero, el zinc y la plata constituyen los principales productos de exportación. Durante el periodo 2006-2017, las exportaciones totales de zinc alcanzaron a US$ 9.9 mil millones y las de plata US$ 8.3 mil millones.
En el caso del zinc y la plata, la situación es muy parecida a la del gas natural. La producción de estos dos minerales experimentó aumentos importantes en 2008 gracias a las significativas inversiones realizadas a principios de la década de los 2000, en tres proyectos de magnitud: San Cristóbal (zinc, plomo y plata), San Bartolomé (plata), y San Vicente (plata, zinc y cobre).
Como resultado de estas inversiones, las exportaciones de zinc aumentaron de 210.9 mil TM en 2007 a 429.4 mil TM en 2009 (103.7%). Sin embargo, a partir de 2010, el volumen exportado de este mineral se ha mantenido fluctuando en esos niveles llegando a un máximo de 482.3 mil TM en 2016. A pesar del significativo aumento en el precio este mineral observado en 2017, el volumen exportado cayó ese año en 2.1%. Los precios de exportación por otro lado han mostrado una tendencia al alza en 2017, con un incremento de casi 40% para ese año, llegando a casi US$ 3 por kilo, el mismo nivel alcanzado en 2007.
De la misma forma, debido también a las inversiones señaladas anteriormente, el volumen exportado de plata aumentó de 523 TM en 2007 a 1,326 TM en 2009 (153.5% de incremento). A partir de ese año, los volúmenes exportados de este mineral se han mantenido en esos niveles, sin mostrar incrementos significativos, registrando incluso en 2017 una caída de 13.5%. Los precios de la plata por otra parte, después del espectacular incremento registrado hasta 2012, cayeron hasta US$ 508 por kilo en 2015, y se han mantenido en esos niveles hasta la fecha.
Tanto en el caso del zinc como de la plata, y de otros minerales, independientemente de lo que ocurran con los precios internacionales, a futuro los bajos niveles de inversión y el agotamiento de los yacimientos existentes, serán los factores que limiten el crecimiento de los volúmenes y de los ingresos de exportación del sector de la minería.
El gran auge económico que disfrutó Bolivia en los últimos años, no fue solamente el resultado de los altos precios de exportación de las materias primas, sino también de las inversiones realizadas a finales de los 90 y principios de los 2000, que expandieron significativamente la capacidad exportadora de la minería e hidrocarburos. Estas inversiones llegaron al país debido a las condiciones favorables para la inversión privada, extranjera y nacional, existentes en esos años. Sin embargo, estas condiciones no fueron mantenidas en el tiempo, y el cambio en las reglas del juego, que se dieron a través de las nacionalizaciones, cambios en el sistema tributario y legal, ahuyentaron las inversiones.
Dada la importancia que tiene el sector exportador en la economía, ya que a partir del mismo se generan ingresos externos para financiar las importaciones, pago de la deuda, ingresos fiscales, etc., la falta de inversiones en años recientes van a limitar grandemente el potencial de crecimiento futuro de las exportaciones. Es muy probable que la economía sienta el efecto de la menor capacidad de producción de los sectores exportadores, ya que, aún en el caso de generarse nuevos proyectos de inversión en estos sectores, éstos tendrían un periodo de maduración de varios años.
*Investigador Senior de INESAD, lcjemio@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.
El pasado lunes 1 de octubre, todos los bolivianos despertamos esperando el veredicto de la demanda marítima que Bolivia había interpuesto en la corte de justicia de la Haya, solicitando que de alguna manera se obligué a la República de Chile a negociar una salida soberana al mar, en base a una serie de ofertas que había hecho el vecino país en distintas ocasiones.
No soy experto en derecho internacional, ni en tratados, ni en relaciones internacionales, pero como economista quiero dar mi punto de vista sobre el veredicto de la corte, que a mi parecer no debe ser considerado como una derrota para Bolivia, a pesar de que no se logró lo que todos esperábamos.
En primer lugar, creo que de ninguna manera se debe criticar el hecho de haber acudido a la corte de la Haya, porque en ningún momento se fue a reclamar por el tratado de 1904, lo que significa que se reconoce que ese tratado está vigente y es válido, más bien lo que se fue a preguntar es si Chile tiene la obligación de negociar una salida soberana al mar y subrayo la palabra soberana, porque esa siempre fue nuestra máxima aspiración.
El resultado fue que Chile no tiene esa obligación, por lo que queda claro que el camino de llegar al mar no es con soberanía y creo que aunque no sea lo que todos deseamos, si es una buena cosa, porque ahora si se va a poder explorar otras maneras de llegar al mar, que no vayan por el lado de la soberanía. Por ejemplo, Chile ya ofreció un enclave hace unos años atrás (https://www.emol.com/noticias/internacional/2011/02/06/462842/ex-presidenta-bachelet-ofrecio-a-bolivia-enclave-sin-soberania-de-28-km-de-costa.html) que lógicamente Bolivia no podía aceptar porque la premisa era con soberanía.
En segundo lugar, el solo hecho de haber realizado un acto concreto por recuperar el mar, ya es una victoria. Hasta antes de la Haya, todo era discursos y desfiles el 23 de marzo, pero nada concreto, así que más bien toca felicitar y agradecer a las personas, muchas que trabajaron anónimamente para armar las pruebas que se presentó en la Haya. Si fueron o no suficientes es otra historia, pero lo importante es que se hizo algo y eso ya es un avance en contra del famoso lamento Boliviano.
Finalmente, me llama la atención que algunos o varios piensen que el no tener mar es la causa fundamental de nuestro subdesarrollo y esa sea una carta de negociación con Chile. El siguiente gráfico muestra el ingreso per cápita de Bolivia relativo a Chile y resulta interesante ver que en la época que más creció Bolivia que fue entre 1960 y 1977 cerramos de manera importante la brecha con Chile, de hecho en 1976 nuestro ingreso representaba el 76% del ingreso de Chile.
Gráfico 1
Ingreso per cápita relativo Bolivia-Chile
Fuente: Conference Board
Si no se hubieran cometido los errores de política económica que derivaron en la crisis de deuda de los 80s, probablemente no nos hubiéramos alejado tanto del ingreso de Chile, pero el mensaje es que en algún momento de nuestra historia acortamos la brecha de desarrollo con Chile y eso que no teníamos mar.
La economía boliviana tiene el doble reto de aumentar el crecimiento en el empleo e incrementar la productividad laboral, para resolver en forma efectiva el problema de extrema pobreza en la que actualmente se encuentra una gran parte de la población. A nivel macroeconómico, el vínculo entre la pobreza y el crecimiento del producto puede ser conceptualizado en términos de la baja productividad promedio de la fuerza de trabajo, la cual a su vez se ve reflejada en bajos niveles de salarios reales y bajos niveles de ingresos de los trabajadores. Una baja productividad laboral promedio puede estar dada por una escasa dotación de capital por trabajador (bajos niveles de inversión) y por el uso de tecnología rezagada (bajos niveles de transferencia de tecnología), o bajos niveles de capacitación de la fuerza laboral.
Cuando en un país existen altas tasas de crecimiento económico, que conducen a incrementos sostenidos en la capacidad productiva, se generan oportunidades de empleo con mayores niveles de productividad. Esto permite a su vez una progresiva absorción de los desempleados y subempleados en actividades económicas en expansión, con niveles más altos de productividad. En este proceso, los pobres pueden ser capaces de aumentar su productividad e ingresos en sus ocupaciones actuales, o moviéndose a nuevas ocupaciones que requieran mayores calificaciones y/o mejor tecnología.
Cuadro 1
Crecimiento del producto, empleo y productividad en Bolivia (variaciones % promedio anual) Elaborado en base a información del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta de Hogares y Cuentas Nacionales)
Bolivia no ha podido generar esta dinámica virtuosa de crecimiento del producto, empleo y productividad, como puede observarse en el cuadro 1, incluso en los periodos de bonanza económica por los que atravesó recientemente el país.
Durante el periodo 2001-2005, años en los que la economía atravesó un periodo de crisis, la tasa de crecimiento promedio anual del producto total de la economía, medida a costo de factores, fue de 2,8%. Esta baja tasa de crecimiento se explica por las bajas tasas de crecimiento exhibidas en prácticamente todos los sectores de la economía y las caídas en el producto de la construcción y de servicios financieros y empresariales. Por otra parte, el empleo durante ese periodo creció a una tasa promedio anual de 3.2%, registrándose altas tasas de crecimiento del empleo en el sector de transporte & comunicaciones (10.4% promedio anual), minería e hidrocarburos (6.9%), manufactura (4.8%), y restaurant & hoteles (3.9%). Como resultado del mayor crecimiento en el empleo en relación al producto, durante ese periodo la productividad laboral a nivel global cayó a una tasa promedio anual de -0.4%, siendo los sectores que presentaron mayores caídas de productividad los de transporte & comunicaciones, construcción, minería & hidrocarburos, restaurant & hoteles, y manufactura. Debido a la crisis económica, durante este periodo se observó una creación de empleo de baja productividad.
Durante el periodo de la bonanza de precios altos de materias primas, 2006-2015, la tasa de crecimiento promedio del producto fue de 4.7% por año. Se registraron altas tasas de crecimiento del producto en sectores como minería e hidrocarburos (6.5% promedio anual), electricidad (5.6%), construcción (9.0%), transporte & comunicaciones (5.1%), servicios de la administración pública (5.9%). Por otra parte, la creación total de empleo durante este período creció a una tasa promedio anual más baja de 1.8%. El sector agropecuario mostró una tasa de crecimiento negativa de -1.0% promedio anual, explicada por la acelerada migración rural-urbana observada durante este periodo. Contrariamente, se registraron altas tasas de crecimiento del empleo en sectores como los de servicios financieros y empresariales (7.3% promedio anual), restaurant & hoteles (6.1%), servicios de la administración pública (6.3%) y construcción (5.6%). Otros sectores mostraron tasa de crecimiento del empleo más bajas, como la manufactura (1.2%), servicios sociales, comunales & personales (1.1%) y comercio (2.5%). Debido al mayor crecimiento de producto en relación al empleo, durante este periodo la productividad laboral para la economía en su conjunto creció a una tasa promedio anual de 2.9%. Hubo crecimientos significativos en la productividad laboral en sectores como la agricultura (4.0% por año), debido a la caída del empleo en este sector, manufactura (3.6%), construcción (3.2%), este último sector debido al elevado crecimiento de su producto. Contrariamente, se presentaron caídas de productividad laboral en sectores como restaurant & hoteles (-3.0% en promedio), servicios financieros y empresariales (-3.3%) y servicios de la administración pública (-0.4%). Durante este periodo, debido a la bonanza por la que atravesó la economía, hubo una creación de empleos de mayor productividad.
En 2016 y 2017, se observa una caída en las tasas de crecimiento, como resultado de la caída en los precios de exportación de materias primas, lo que le restó dinamismo a la economía. Durante estos dos años, el producto total creció en promedio en 4.2% por año. Esta desaceleración del crecimiento se dio principalmente en sectores relacionados a las exportaciones de materias primas, como minería e hidrocarburos, que en conjunto crecieron en promedio en 0.9% por año. Sin embargo, se mantuvieron altas tasa de crecimiento en sectores como la construcción, agropecuario, comercio, manufactura, restaurant & hoteles, y servicios de la administración pública. A pesar de la desaceleración de la economía, el empleo creció a una tasa promedio anual de 3.0%, debido a una mayor participación de la PEA en el mercado laboral. Se produjo un crecimiento importante en el empleo en las actividades agropecuarias (4.7% promedio anual), posiblemente para absorber la gran contracción en el empleo en la minería e hidrocarburos (-13.8%). Como resultado, la tasa de crecimiento de la productividad laboral se redujo a 1.2% promedio anual. Hubo aumentos significativos en el crecimiento de la productividad en sectores con bajo crecimiento o alta contracción del empleo, como la construcción, minería & hidrocarburos, y servicios de la administración pública. En resumen, durante estos dos años post bonanza hubo creación de empleo, aunque de menor productividad que el observado durante el periodo de la bonanza.
Elasticidad Empleo-Producto
Un indicador que mide la relación existente entre el crecimiento del empleo y del producto, es la elasticidad empleo-producto (el cambio porcentual del empleo ante un cambio porcentual del producto). Esto implica que cuando el crecimiento económico es intensivo en empleo, éste puede deberse a la expansión de sectores con una alta elasticidad empleo-producto. Sin embargo, es importante notar que la elasticidad refleja la inversa de la productividad laboral, por lo que una elasticidad mayor a la unidad implica que el crecimiento económico va a generar una caída en la productividad, mientras que una elasticidad menor a la unidad significa que la expansión del empleo está ocurriendo conjuntamente con un incremento en la productividad. Un incremento en la productividad podría conducir a una reducción en la elasticidad empleo del crecimiento.
Cuadro 2
Elasticidad Empleo-Producto
Fuente: Elaborado en base a información del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta de Hogares y Cuentas Nacionales)
El cuadro 2 muestra que, en el período 2001-2005, la elasticidad arco global empleo-producto fue 1.16, razón por la cual durante este período la productividad tendió a caer. Los sectores con elasticidad empleo-producto menor a la unidad, y que exhibieron incrementos de productividad, fueron: agropecuario, comercio, servicios sociales, comunales & personales, y servicios de la administración pública. Es interesante notar que los sectores que presentan elasticidades negativas muestran en este caso caídas de productividad (construcción y servicios privados y a empresas). Esto se debe a que estos sectores experimentaron caídas en el producto e incrementos en el empleo. Sin embargo, podrían existir casos de sectores, con elasticidades negativas, que presenten incrementos en la productividad, lo que ocurre cuando se dan aumentos en el producto con caídas en el empleo.
Durante el período 2006-2015, la elasticidad arco empleo-producto de la economía se redujo sustancialmente a 0.38, reflejando un incremento del producto mucho mayor al del empleo, lo que también explica el significativo aumento en la productividad laboral observado en este periodo. Los sectores que presentaron mayores aumentos de productividad—agropecuario, manufactura y construcción—fueron también los que exhibieron menores elasticidades empleo-producto. Por otra parte, los sectores con elasticidades altas experimentaron menores incrementos de productividad, como fue en general el caso de los sectores de servicios.
Finalmente, durante el periodo 2016-2017, la elasticidad arco aumentó a 0.71 para toda la economía, por lo que se redujo la tasa de crecimiento de la productividad. Nuevamente, los sectores de menor elasticidad, como ser la manufactura, construcción, restaurant & hoteles, servicios privados y a empresas, son los que presentan mayores crecimientos de productividad, y los sectores de mayor elasticidad—agropecuario, electricidad, gas & agua, comercio, servicios sociales, comunales y personales—son los que muestran menores tasas de crecimiento de productividad.
De lo anterior se desprende que, en el largo plazo, los cambios esperados en las elasticidades empleo-producto tiendan a caer gradualmente a medida que el país se vuelve más desarrollado y relativamente menos intensivo en el factor trabajo. Por ejemplo, un crecimiento del PIB de 5% por año y una elasticidad empleo-producto de 0.8 permitiría un crecimiento del empleo de 4%, superior a la tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo en Bolivia. Por lo tanto, un crecimiento sostenido de esta magnitud en un período relativamente largo, permitiría a la economía completar la llamada “transición de Lewis”, es decir, la absorción de la “mano de obra excedentaria” en los sectores modernos.
*Investigador Senior de INESAD, lcjemio@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.
En julio fue el lanzamiento del libro “Un Siglo de Economía en Bolivia 1900-2015” publicado por la Fundación KAS, del cual tuve la satisfacción de participar con un tópico sobre la historia de los patrones comerciales del país (1900-2015). Uno de los desafíos más interesantes fue recolectar datos que permitan evaluar la composición de las exportaciones e importaciones a lo largo del periodo de análisis. Con todo, en este artículo no enfatizaré sobre estos – el libro puede ser descargado en este link – sino sobre el principal hallazgo que encontré: los patrones comerciales en Bolivia han estado históricamente determinados por las ventajas comparativas asentadas en recursos naturales.
Para los lectores poco familiarizados con el concepto, la literatura describe las ventajas comparativas a partir del modelo de Heckscher-Ohlin-Vaneck (HOV). Esta teoría es una ampliación de Heckscher-Ohlin considerando muchas economías, numerosos bienes y varios factores de producción; donde las relaciones comerciales son estudiadas a través del contenido de estos factores implícitos en los bienes (y no de los bienes en sí mismos). En este caso, un país relativamente rico en algunos factores de producción tenderá a exportar los servicios de estos factores y a importar los servicios de sus factores relativamente escasos.
Como se sabe, Bolivia ha sido relativamente rica en factores tales como recursos minerales, reservas hidrocarburíferas y tierras aptas para la agropecuaria. En efecto, las exportaciones estuvieron concentradas en materias primas extraídas de la naturaleza. En la primera mitad del siglo XX destacó el aumento de las ventas de estaño que desplazó la primacía de la plata. En la segunda mitad del siglo XX, las exportaciones de estaño continuaron siendo importantes pero las ventas de hidrocarburos y algunos alimentos y productos agrícolas (como la soya y derivados) ganaron significancia en algunas décadas, mientras que desde el siglo XXI la historia favoreció al gas natural.
En contraste, las importaciones provinieron del aprovechamiento de tierras fértiles, capital físico y mano de obra calificada de otros países durante la primera mitad del siglo XX; ya que se concentraron en alimentos y manufacturas cada vez más intensivas en capital (y uso de nuevas tecnologías). Con todo, la visión del Estado de promover el desarrollo del sector agroindustrial en el oriente, a partir del Plan Bohan de 1942, dio sus frutos haciendo que las importaciones de alimentos disminuyan hasta el siglo XXI; aprovechando las ventajas comparativas que potencialmente se tenían en las tierras fértiles. Sin embargo, las importaciones de manufacturas continuaron a la vanguardia con productos de cada vez mayor transformación.
Los patrones comerciales basados en ventajas comparativas no son algo que debería sorprender. Trefler (1995)[1], por ejemplo, testea el modelo de HOV para 33 países y nueve factores de producción y encuentra que, cuando se controla por diferencias en tecnología, aranceles y costos de transporte, el modelo predice el 93% del comercio internacional. En realidad lo que asombra es que en el país prácticamente las ventajas comparativas se han asociado a exportaciones de materias primas sin el catch up de las olas industriales ocurridas en el mundo.
Un ejemplo de lo mencionado es China. Este país ha sido relativamente rico en mano de obra, y si no se hubieran implementado medidas para promover el desarrollo industrial, el factor trabajo seguiría siendo utilizado en agropecuaria y manufacturas en su mayoría de baja transformación. Sin embargo, esta ventaja comparativa ha sido muy bien aprovechada desde finales de los 70, y en las últimas décadas China ha estado a la vanguardia en crecimiento económico.
Cabe preguntarse nuevamente entonces ¿Qué pasó con Bolivia?
[1] Trefler, D. (1995). “The Case of the Missing Trade and Other Mysteries”. American Economic Review 85(5): 1029-46.
*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.
Los economistas han denominado como la cuarta revolución Industrial a la convergencia entre tecnologías digitales, físicas y biológicas. Los empresarios la denominan Industria 4.0. El pionero en este concepto de cuarta revolución industrial es el Dr. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) y autor del libro The Fourth Industrial Revolution (La Cuarta Revolución Industrial). Según este libro y como entendemos los economistas, una revolución industrial se caracteriza por el surgimiento de «nuevas tecnologías y nuevas maneras de percibir el mundo que impulsan un cambio profundo en la economía y la estructura de la sociedad». Básicamente, una revolución industrial es lo que permite a un país dar un salto de crecimiento, para entrar en una senda de desarrollo superior.
La primera revolución industrial se ubica entre mediados del siglo 18 y el siglo 19 y se da en Europa y Norteamérica, iniciándose en Gran Bretaña el año 1820. Es una revolución que se caracteriza por la energía basada en el vapor y energía hídrica y donde las sociedades agrarias y rurales se convirtieron a sociedades urbanas e industriales. Esta primera revolución industrial fue muy relevante para el estudio de la economía porque dio inició al concepto del crecimiento económico. Mientras que el PIB per cápita había crecido solo un 50% en un lapso de 1.800 años (entre el año 1 y 1820) entre 1820 y 1998 creció en 750% (Maddison, 2001).
La segunda revolución industrial se ubica entre 1870 y 1914, justo antes de la Primera Guerra Mundial y se caracterizó por el uso de la electricidad para generar una producción masiva. Fue un período también impulsado por el desarrollo de los ferrocarriles.
La tercera revolución industrial, comienza en la década de los 80s y no se tiene claro si ha concluido aún. Se caracteriza por el desarrollo de la computación y de las tecnologías digitales. Obviamente incluye todo lo que es el desarrollo del Internet y de las tecnologías de información y comunicación (TICs).
La cuarta revolución industrial se basa en las tecnologías digitales de la tercera revolución, pero con una expansión tecnológica drástica que se incorpora dentro de la vida de las sociedades. Se caracteriza por importantes desarrollos tecnológicos en los campos de la robótica, la inteligencia artificial, la nano y biotecnología entre otros campos. A diferencia de las otras revoluciones, los datos juegan un rol fundamental y se dicen que son el nuevo petróleo porque de ellos depende toda la construcción y evolución de la inteligencia artificial.
¿En qué etapa de revolución industrial se encuentra Bolivia?
Según Saravia, Machicado y Rioja (2014) quienes definen a la industrialización como el proceso de movilización de recursos (mano de obra) desde el sector agrícola a los sectores no agrícolas, Bolivia inicio este proceso el año 1891, siendo además el último país sudamericano en hacerlo. Por tanto si entendemos que este fue el momento en que se pasó de una economía rural a una economía urbana, esta sería la fecha para la primera revolución industrial en nuestro país. Por otro lado, empleando el concepto de que la segunda revolución industrial sucedió con el desarrollo de los ferrocarriles, entonces de acuerdo a Contreras (2018) podemos indicar que la primera ferrovía que se construyó en Bolivia fue la extensión de la ferrovía Antofagasta-Uyuni hacia Oruro en el año 1892. Coincidencia o no, entonces en Bolivia la primera y segunda revolución industrial se dieron paralelamente.
Resulta difícil identificar cuando ha comenzado la tercera revolución industrial y más aún si es que ha estado relacionada con un salto en productividad, pero lo que si queda claro es que estamos lejos aún de entrar a la cuarta revolución industrial y es poco lo que se está haciendo por parte del gobierno y del sector privado para que no nos tome por sorpresa y entremos a la misma sin la adecuada preparación. Según el Dr. Schwab, la cuarta revolución industrial se constituye en un nuevo paradigma de la conectividad total y llegará diez veces más rápido que la primera revolución industrial, afectando a una base de población 300 veces superior.
Referencias:
Contreras, M. (2018), “El desarrollo del transporte en Bolivia, una aproximación al impacto económico y social de los ferrocarriles y carreteras 1900-2015”. En Un siglo de economía en Bolivia 1900 – 2015, Tomo I, capítulo 7. Fundación Konrad Adenauer.
Maddison, A. (2001), The World Economy: A Millennial Perspective, OECD.
Saravia, A., C.G. Machicado y F. Rioja. (2014) “Productivity, Structural Change and Latin American Development”. Review of Development Economics, Vol.18 (3), pp. 610-624.
*Investigador Senior de INESAD, cmachicado@inesad.edu.bo.Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.
Cuando se piensa en el largo plazo, en especial desde una perspectiva histórica, se suele poner énfasis en eventos como guerras y revoluciones, que pueden modificar en poco tiempo las estructuras de poder o alterar la forma de organización de una sociedad. Pensando en el corto plazo, por otra parte, se tiende a prestar la mayor parte del tiempo, en la prensa en particular y en la sociedad en general, mucha atención a temas de actualidad económica o social.
Hace algunos días, el Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia lamentaba públicamente que por falta de orientación no se haya invertido lo suficiente en su momento en la construcción de hospitales en general y en especial en la construcción de hospitales para atender a enfermos con cáncer (link 1 – El Deber , link 2 – Página Siete, link 3 – El Diario). Creo que esta afirmación nos debe llevar a hacer un alto y meditar, porque no es solamente el Presidente, sino la gran mayoría de los bolivianos, que estamos prestando poca atención a tendencias sumamente relevantes a la hora de entender la realidad nacional, reflexionar sobre el futuro y tomar decisiones fundamentadas, considerando no sólo el corto, sino también el largo plazo. Como afirma Davies (2016), en el muy largo plazo, aparte de la tecnología, la demografía es prácticamente lo único que importa. En esta línea, deseo referirme en este post a una de las transiciones fundamentales en las cuales está inmersa Bolivia y que no recibe aún la atención necesaria en el país: la transición demográfica.
La transición demográfica es, según Kirk (1996: 361), «una de las generalizaciones mejor documentadas en las ciencias sociales», y se refiere a la modificación de las tasas de mortalidad y de fecundidad en una sociedad, partiendo desde un estado en que ambas son altas y terminando en un nuevo estado donde ambas son bajas. Rowland (2003) explica que la transición demográfica no es tanto una teoría como un conjunto de generalizaciones de tendencias observadas. La transición demográfica clásica supone que la disminución de la mortalidad ocurre primero, y sólo es seguida por una reducción en la fecundidad después de un tiempo (Population Reference Bureau staff, 2004).[i] Dos consecuencias principales de la transición demográfica clásica son: (i) la existencia de un intervalo en el que la tasa de crecimiento de la población primero aumenta como consecuencia del descenso de la mortalidad y después disminuye debido al descenso posterior de la fecundidad, y (ii) el envejecimiento de la población acompañado de cambios en la distribución por edades de la población (Lee, 2003).
Las consecuencias descritas ya están siendo experimentadas por la población boliviana, como se expone en las tres figuras a continuación, construidas utilizando datos desde 1950 y proyecciones para Bolivia hasta el año 2100 de Naciones Unidas. La figura 1 muestra cómo la tasa media anual de cambio poblacional primero aumentó entre los periodos 1950-1955 y 1975-1980, para posteriormente ir disminuyendo. Se espera que esta tendencia continúe hasta el periodo 2095-2100.
Figura 1: Bolivia. Tasa media anual de cambio poblacional (porcentaje)
Fuente: Elaboración propia con datos de United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2017). World Population Prospects: The 2017 Revision, custom data acquired via website.
La figura 2 confirma el paulatino envejecimiento de la población boliviana. Si bien entre 1950 y 2000 la edad mediana de la población se mantuvo relativamente cerca a los 20 años, desde entonces se observa un incremento importante y sostenido. Se espera que en el año 2025 la edad mediana llegue a 27 años, en 2050 a 34 años, en el año 2075 a 40 años y en 2100 a 45 años.
Figura 2: Bolivia. Edad mediana de la población (años)
Fuente: Elaboración propia con datos de United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2017). World Population Prospects: The 2017 Revision, custom data acquired via website.
Finalmente, la figura 3 muestra los cambios significativos en la distribución por edades de la población boliviana. Por un lado, destaca la disminución del grupo de edad entre 0 y 14 años, que pasa de representar el 38% de la población total en 2000 al 22% en el año 2050 y a solamente 16% en 2100. Por otro lado, el grupo de edad de los mayores de 64 años pasa de ser aproximadamente el 5% de la población total en 2000 al 12% en 2050 y al 26% en el año 2100.
Figura 3: Bolivia. Porcentaje de la población total por grupo de edad
Fuente: Elaboración propia con datos de United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2017). World Population Prospects: The 2017 Revision, custom data acquired via website.
En el capítulo sobre demografía (Branisa et al., 2016) del libro El ABC del Desarrollo en Bolivia de la Fundación INESAD exploramos las potenciales ventajas para Bolivia en la etapa de transición demográfica conocida como bono demográfico, que es un tiempo de cambios poblacionales muy favorables para el desarrollo y el crecimiento económico, si se dan las condiciones necesarias. En este post queremos más bien alertar sobre la necesidad de considerar los cambios demográficos en los que estamos inmersos (y por ejemplo su posible impacto sobre el ahorro nacional) a la hora de tomar decisiones en lo que se refiere a la inversión en los siguientes años en infraestructura, educación y salud, entre otros, y también en lo que concierne a su financiamiento. Estamos transitando de manera lenta pero segura hacia una Bolivia con una población que, en promedio, será cada vez mayor y en la cual los bolivianos mayores de 64 años serán un grupo cada vez más importante, con todo lo que esto implica para la atención de la salud y el cuidado, además del financiamiento de las jubilaciones.
En un siguiente post abordaremos otra transición (relacionada con la transición demográfica) que es también muy relevante para Bolivia: la transición epidemiológica.
Referencias
Branisa, B., Jemio, L.C., Kornacka, M., Cardona, M. (2016). «D – Demografía,» en: Andersen, L.E., Branisa, B. y Canelas, S. (eds.), 2016. «El ABC del desarrollo en Bolivia,» INESAD ebooks, Institute for Advanced Development Studies.
Jones, G. y Douglas, R. (1997). Introduction, en: Jones, G., Douglas, R., Caldwell, J. y D’Souza, R. (eds). The Continuing Demographic Transition. Clarendon Press, Oxford.
Kirk, D. (1996). “Demographic Transition Theory”. Population Studies, 50, 361-387.
Lee, R. (2003). “The Demographic Transition: Three Centuries of Fundamental Change”. Journal of Economic Perspectives, 17 (4), 167-190.
Population Reference Bureau staff (2004). “Transitions in World Population”. Population Bulletin, 59 (1), 3-39.
Rowland, D. (2003). Demographic Methods and Concepts. Oxford University Press, Oxford.
[i] Sin embargo, es bien sabido por el análisis histórico que existe una amplia gama de situaciones que prevalecen en los países que atraviesan la transición demográfica y hay unos pocos casos donde la mortalidad no disminuyó primero (Jones y Douglas, 1997).
*Investigador Senior de INESAD, bbranisa@inesad.edu.bo.Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.