Sobre la Orientación de la Agenda de Desarrollo

Kathlen LizarragaEn los albores del nuevo Milenio, comenzaron a aflorar los problemas del liberalismo. Este modelo había sido presentado al mundo como la respuesta a estrategias ineficientes asociadas a la protección comercial, a los altos índices de intervención estatal y, en general, al intento de controlar la economía; aspectos que influían en la captación de rentas por parte de ciertos grupos de poder. El poner en entredicho un paradigma, que había sido presentado como solución a los problemas del estatismo, dejaba a los políticos y a muchos países sin discurso y sin norte en el enfoque de política económica. Desde hace algunos años se trabaja en pos de cambiar esa orientación para Bolivia, pero se olvida que, sea cual sea el modelo, es imprescindible contar con una agenda de desarrollo.

Una agenda de desarrollo incluye sobre todo dos grandes tópicos: mejoramiento de los factores de producción y creación de instituciones que apoyen al desarrollo de la actividad productiva y al relacionamiento social. Este lunes quiero hablar sobre el recurso humano o capital humano.

Los datos recientes sobre el nivel educativo en Bolivia muestran que alrededor del 70% de los trabajadores desempeñan sus actividades desde el empirismo. Esto es, no saben leer ni escribir (8,6%), tienen algún nivel de primaria (42,1%) o secundaria (26%). En el otro extremo están los que tienen algún tipo de formación profesional: normal (4,3%), universidad, licenciatura o postgrado (13,1%) y algún nivel de formación técnica (3,8%)1.

Esta situación se da porque el Sistema Educativo Boliviano tiene una orientación hacia la formación conducente al bachillerato y la formación universitaria. Somos, por tanto, un país de alfabetos y cientistas, pero sin obreros calificados. La falta de un enfoque integral de la política educativa determina que los potenciales entrantes al mercado laboral durante los próximos años (762.000 personas en el rango de edad de 14 a 24 años el 2008), no tengan ningún tipo de formación para el trabajo.

La orientación hacia la mal llamada «academia»; es decir, hacia la formación universitaria, tiene su origen en los grupos de poder existentes en las universidades y en el deseo de movilidad social de grandes estratos poblacionales en base a credenciales. Sin embargo, esta situación no es sostenible, puesto que las universidades, públicas y privadas, son ineficientes, están desgastadas, tienen matrículas infladas y no cuentan con posibilidades de reestructurarse. Aún así, como constituyen el único nivel de formación con financiamiento suficiente y estable –las estatales-, es el tipo de educación más demandada por la población boliviana (ver Gráfico 1).

 

Gráfico 1
Demanda por Educación Profesional
(Pública y Privada en Porcentaje)
desarrollo
* Población matriculada sin límite de edad
Fuente: Cálculos de la autora en base a la Encuesta de Hogares de 2008

De continuar esta situación; es decir, de no encarar con energía la reforma de la educación en Bolivia y reconocer que necesitamos gente formada en oficios para el trabajo, nos mantendremos en una situación de subdesarrollo. En cualquier modelo de desarrollo, la importancia del conocimiento y del capital humano ha sido reconocida y las políticas toman en cuenta la realidad de esta «restricción vinculante» como primer punto en sus agendas. En Bolivia es hora de reconocer también esa realidad.


[1] Ver Lizárraga y Neidhold (2011), Educación Técnica y Producción en Bolivia.

* Investigadora Senior  del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD). La autora recibirá con mucho gusto cualquier comentario sobre el artículo, que puede ser enviado al siguiente correo electrónico: kathlenlizarraga@hotmail.com.

 

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