Por: Daniela Romero*
La expansión del acceso a servicios financieros en áreas rurales tiene un impacto positivo sobre la reducción de la pobreza y el aumento del ingreso per cápita, y constituye un medio para lograr objetivos económicos y sociales más amplios (Caballero, 2024). Para lograr este tipo de inclusión, entonces, se requiere tener presente tres dimensiones principales: el acceso, enfocado en las condiciones en las que se desarrolla el acceso a servicios y oportunidades financieras; el uso, que engloba las principales características de administración de dichos servicios; y la calidad, que está relacionada a la capacidad de estos servicios para responder a las necesidades de los consumidores (Alliance for Financial Inclusion, 2019). Los servicios financieros que impulsan en mayor medida la inclusión financiera son básicamente dos: las cuentas de ahorro y los créditos; a partir de los mismos las personas con recursos más limitados pueden lograr un respaldo financiero que les permita alcanzar objetivos a más corto plazo y decidir sobre su bienestar.
Las cuentas de ahorro se convierten en la herramienta más acertada para lograr la inclusión financiera al permitir la realización de diversas operaciones desde la tenencia de un capital que proviene de los propios usuarios; es decir, son ellos los que deciden el momento y tiempo en los que lo usarán. Esto impulsa una forma de administración más consciente y fluida de los capitales, que responde a las posibilidades de los usuarios y que garantiza el bienestar futuro de los mismos. Además, su apertura se realiza a partir de las condiciones y características generales que eligen los clientes y con el beneficio de acceder también a intereses (Ozili, 2021), por lo que la administración de este tipo de cuentas generaría mayor compromiso y responsabilidad por parte de los interesados.
En el caso de los créditos, se tiene que se han convertido en la herramienta más difundida dentro del sistema financiero para la lucha contra la pobreza, y la más poderosa para lograr el cambio social por su capacidad de impulsar el desarrollo de sus beneficiarios en diferentes niveles (Gutiérrez, 2012). Mayoux (2002) señala que el acceso a créditos, especialmente en el caso de las mujeres rurales, impulsa una serie de espirales virtuosas de empoderamiento económico, social y político para la mismas a partir de brindarles una sostenibilidad financiera, impulsando con esto la reducción de la pobreza en términos generales.
Sin embargo, la apertura a estas formas de financiamiento puede conllevar sacrificios y riesgos para las mujeres que al convertirse en receptoras de un crédito se pueden sentir más angustiadas por cumplir con los pagos y recurrir a fuentes de ingreso que les exijan mayores horas de trabajo, alargando así su jornada y complicando la conciliación con otro tipo de actividades. A esto puede sumarse que en algunos casos ellas no son las principales beneficiadas del crédito, sino sus esposos. En este sentido, si bien el acceso a créditos es una herramienta importante en la inclusión financiera, su aporte está dirigido únicamente a aliviar el flujo de capital e impulsar la confianza de las mujeres, sin poder hacer mucho más.
En Bolivia, la oferta de servicios financieros de ambos tipos ha incrementado de manera importante durante los últimos años. Este progreso es el resultado de la implementación de un enfoque más inclusivo en las políticas que se encuentra dirigido principalmente a lograr el acceso universal a servicios financieros (Caballero, 2024). Bajo este enfoque, se ha impulsado la creación de puntos de atención más allá de las sucursales bancarias, tales como cajeros automáticos y otro tipo de corresponsales no financieros, que han facilitado el acceso en las zonas rurales (ASFI, 2014). Asimismo, la Banca Digital se ha expandido cada vez con más fuerza, en un mundo tecnificado que simplifica las operaciones bancarias. Sin embargo, el acceso a este tipo de plataformas suele general ciertas brechas, en el caso de aquellos que no acceden a Internet de manera constante, como ocurre aun en la ruralidad.
A la par de lo anterior, las personas se encuentran más conscientes de la necesidad de tener una cuenta bancaria y de disponer de su capital de manera más organizada y segura. Sin duda, esto ha provocado una reducción paulatina de ciertas brechas debido a la inclusión cada vez mayor de determinados grupos vulnerables; no obstante, otras brechas como las de género no han logrados resolverse. Estas brechas están relacionadas con otros determinantes tales como los niveles de educación y de ingreso, los cuales tienden a seguir siendo menores en el caso de las mujeres (Caballero, 2024).
Los resultados de la Encuesta INESAD 2023 a productores y productoras de quinua del Altiplano Sur permiten ejemplificar algunas de las características de la inclusión financiera en las zonas rurales, específicamente enfocado en la tenencia de cuentas bancarias. Los resultados muestran que más de la mitad de productores (62,5%) ha recurrido a la apertura de una cuenta bancaria, con un mayor porcentaje de hombres (67,8%) que de mujeres (56,9%), como lo muestra el Gráfico 1:
Gráfico 1. Productores y productoras que tienen una (o más) cuenta bancaria(s)
(%)
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta INESAD, 2023.
No obstante, cuando se habla de la posibilidad de ahorrar, los porcentajes se elevan considerablemente, puesto que el 74,9% de la población señala tener ahorros, además que los porcentajes son muy similares entre hombres (75,3%) y mujeres (74,4%), como lo muestra el Gráfico 2. Esto daría a entender que los productores todavía recurren a otras formas de ahorro, en especial las mujeres, que van más allá de los bancos, lo cual también puede deberse a una menor información sobre las ventajas de los mismos o a una educación financiera baja.
Gráfico 2. Posibilidad de ahorro de los(as) productores(as) de quinua del Altiplano Sur
(%)
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta INESAD, 2023.
Por el lado de los créditos, en el sector agropecuario, la cobertura de servicios financieros para las mujeres no sobrepasa el 8% de la población, mientras el 91% de la cartera de créditos lo constituyen las mujeres de las zonas urbanas (Marconi et al., 2022). Desde hace años, diversas entidades financieras vienen ofreciendo tipos de créditos dirigidos específicamente a productores agrícolas, con tasas de interés más bajas, pero con una cantidad de requisitos y poca flexibilidad en los plazos de pago que hace difícil que ciertos grupos, como las mujeres rurales, accedan a los mismos. Sumado a esto, la baja educación financiera, que todavía existe en las zonas rurales, sigue limitando a aquellos que quieren acceder a este tipo de servicios (Romero & Lenis, 2024).
Ante este contexto, la figura de la Banca Comunal surge como un tipo de financiamiento orientado sobre todo a mujeres de bajos ingresos, con dificultades para cumplir con requisitos de patrimonio, capacidad de pago y garantías reales que exige el sistema financiero bancario (Marconi et al. ,2022). Un ejemplo de cómo trabaja la banca comunal se encuentra en Financiera y Asociación Agropecuaria del Altiplano Sur (FAAAS) de la que se benefician los productores de quinua del Altiplano Sur (Romero, 2021; Biermayr, 2016). Esta entidad se basa en la realización de préstamos a partir del capital que los socios acumulan por la venta de quinua a la asociación. Es decir, existe un flujo constante de capitales que pertenecen a las asociaciones y los socios, así como la garantía de pago a partir de la comercialización de la quinua. Por lo tanto, los requisitos son mínimos y la entrega del dinero es más rápida que en las entidades financieras tradicionales (Romero, 2021). La mayor desventaja, empero, es que la tasa de interés suele ser más alta que la de las otras entidades financieras, a pesar de esto, los productores consideran que es una gran ayuda cuando se necesita obtener un crédito rápido, especialmente para aquellas mujeres que solo tienen como ingreso la quinua (Ibíd.).
La inclusión financiera está avanzando de manera evidente, sin embargo, los bajos niveles de educación siguen constituyendo su principal obstáculo. Por lo tanto, las instituciones financieras deben seguir impulsando la capacitación en sus servicios, especialmente en sectores que se mantienen excluidos. La educación financiera es clave para lograr la inclusión financiera especialmente de las mujeres rurales e impulsar su empoderamiento a través de un mejor manejo de sus finanzas y la posibilidad de lograr llevar adelante sus emprendimientos económicos, más allá de la agricultura. Invertir estratégicamente estos capitales puede generar una espiral virtuosa en los hogares más pobres y permitirle asegurar su bienestar presente y futuro, por lo que impulsar la educación financiera sigue constituyéndose en el paso decisivo para completar el proceso inclusivo y expandirlo.
Referencias bibliográficas
Alliance for Financial Inclusion. (2019). Alliance for Financial Inclusion Policy Model: AFI core set of Financial Inclusion Indicators. In Bringing Smart Policies To Life.
Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero – ASFI. (2014). Importancia de los corresponsales no financieros. En Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero. La Paz, Bolivia: ASFI.
Biermayr, P. (2016). Género y sistemas agroalimentarios sostenibles estudios de caso: yuca, quinua, maíz y algodón. Santiago de Chile: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Caballero, A. (2024). Inclusión financiera en Bolivia. Un estudio de caso para los productores quinueros del Altiplano Sur. Serie Documentos de Trabajo sobre Desarrollo No. 15/2024. Septiembre, 2024. La Paz, Bolivia: Fundación INESAD.
Gutiérrez, S. (2012). Los microcréditos como herramienta de empoderamiento de la mujer. Una revisión de las propuestas analíticas. En Revista MBS. Almería, España: Universidad de Almería – Fundación CAJAMAR.
Marconi, R., Prado, M., Quelca, G. y Sánchez, C. (2022). Inclusión financiera de las mujeres. En Hacia la igualdad de género en los servicios financieros: Diagnóstico y propuesta. La Paz, Bolivia: ONU-Mujeres.
Mayoux, L. (2002). Microfinance and women’s empowerment: Rethinking best practice. In Development Bulletin (57); pp. 76-81.
Ozili, P. K. (2021). Financial inclusion: the globally important determinants. In Financial Internet Quarterly, 17(4). P. 1–11.
Romero, D. (2021). Mujeres campesinas y nueva ruralidad. Entre el auge y la crisis económica y ambiental de la producción de quinua en el Altiplano Sur de Bolivia. Tesis de maestría. Lima, Perú: Pontificia Universidad Católica del Perú.
Romero, D. & Lenis, C. (2024). Perfil socioeconómico de las productoras y los productores de la quinua en el Altiplano Sur de Bolivia, 2023. Documento de Trabajo 13/2024. La Paz, Bolivia: Fundación INESAD.
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* Investigadora Asociada de INESAD, daniela.romeromay.88@gmail.com
Este blog es parte del Proyecto “Creación de empleos verdes para mujeres indígenas en el marco de la respuesta y recuperación bajas en carbono del COVID-19 en sector boliviano de la Quinua”, que cuenta con el apoyo del Programa Economías Sostenibles Inclusivas de International Development Research Centre (IDRC) de Canadá.
Los puntos de vista expresados en el blog son de responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la posición de sus instituciones o de INESAD.