Por Tracey Li
Mucho se ha escrito sobre la necesidad de reducir la deforestación y de reforestar los bosques que han sido talados para el uso humano y el desarrollo económico. Esto se debe a que los árboles son necesarios para luchar contra el cambio climático y vitales para la supervivencia del planeta. Pero, ¿qué es exactamente lo que hace a los árboles y a otras plantas tan especiales?
El cambio climático se debe, al menos en parte, a las emisiones de gases de efecto invernadero creadas por el hombre, las que se acumulan en la atmósfera de la tierra y atrapan el calor. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), creado en 1988 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA ) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM ), y aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es a nivel internacional el grupo líder de evaluación de este fenómeno.
En su más reciente Informe de Evaluación del año 2007, el IPCC informó que el dióxido de carbono (CO2) es el gas antropogénico de efecto invernadero más importante, respecto a la cantidad de calor que atrapa y la cantidad de éste que se libera a la atmósfera (principalmente por la quema de combustibles fósiles). Los bosques son muy eficaces «sumideros de carbono,» extrayendo el CO2 de la atmósfera y manteniéndolo encerrado durante largos períodos de tiempo. Por lo tanto, algunas de las estrategias clave para reducir las causas y efectos del cambio climático recomendadas por el IPCC incluyen esfuerzos para reducir la deforestación, y al mismo tiempo aumentar la forestación y reforestación: plantación de bosques en donde antes no los había y replantación en zonas donde han sido eliminados, respectivamente.
Entonces, ¿qué pasa con el CO2 absorbido por las plantas? El CO2 es una de las materias primas para un proceso llamado fotosíntesis. Este es el método por el cual las plantas sintetizan las moléculas basadas en carbono, las que constituyen los componentes básicos de todos los organismos vivos. Todas las plantas y animales poseen una base de carbono, y necesitan un suministro continuo de este elemento para que el crecimiento y la recuperación/sanación ocurran. Los animales y los humanos no pueden obtener CO2 mediante la extracción directa de carbono, así como lo hacen las plantas, sino que lo adquieren indirectamente a través del consumo de plantas y/o de otros animales que han comido plantas.
El carbono por ende está encerrado, o «secuestrado,» en las moléculas que forman los tallos, hojas, raíces, y las otras partes de la planta, así como también está encerrado en los cuerpos de todos los animales. Cuando se come una planta, el carbono se transfiere a través de la cadena alimentaria. Este elemento es nuevamente liberado en el ecosistema en forma de CO2, cuando la planta se pudre o se quema. Si un árbol es cortado y la madera usada para hacer una mesa de centro, el carbono contenido en la madera permanece secuestrado en ese mueble hasta que finalmente se pudre. Sin embargo, debido a que el árbol ya no está vivo, no continuar absorbiendo CO2.
Hay dos aspectos a tener en cuenta en el estudio del secuestro de carbono en los bosques. Uno de ellos es, ¿cuánto carbono se almacena en un bosque en un momento dado? Esto nos dice cuanto CO2 sería liberado directamente si se quema el bosque. El segundo aspecto a considerar es cuánto CO2 absorbe el bosque anualmente, lo que se puede medir mediante el estudio de las tasas de crecimiento de las plantas – una tasa de crecimiento rápida indica que una planta puede absorber una gran cantidad de CO2 en un corto período de tiempo, transformándolo rápidamente en nuevos retoños y raíces, donde es secuestrado. Esta figura puede ser luego comparada con la cantidad de CO2 emitida cada año por acciones humanas, para así calcular la acumulación neta en la atmósfera. Si se destruye el bosque, la tasa de absorción de CO2 también nos indica la cantidad de CO2 que ahora no será absorbido anualmente, y en cambio terminará en la atmósfera.
Estos cálculos nos ayudan a descubrir qué plantas luchan de manera más efectiva contra el cambio climático. A menudo grandes árboles, como los robles y helechos, son los que hacen de muy buenos sumideros de carbono. Sin embargo, algunas plantas no arbóreas pueden contener algunas sorpresas también. Haga clic aquí para descubrir lo mucho que el bambú puede hacer para reducir el CO2.
Tracey Li es Asociada de Investigación y Comunicaciones en INESAD.
* Este artículo fue publicado originalmente en inglés, en el blog de INESAD, Development Roast, el 9 de mayo de 2013.