Por: Armando Moscoso, Mag.*
El desarrollo tiene menos posibilidades de éxito a largo plazo si no está basado en una gobernanza democrática e incluyente, con un Estado de Derecho sólido.
Cuando planteamos estos temas en una charla informal, foro académico o debate político, es común considerarlos de manera independiente, dando a entender que uno sin los otros es posible. Algunos gobiernos intentaron e intentan aún consolidar, optimizar o alcanzar éxito en todos ellos, individualmente e incluso prescindiendo de uno u otro. Lo cierto es que los tres son parte de un todo y operan de manera sinérgica e interdependiente, por lo tanto, ineluctables.
La relación entre democracia y desarrollo es discutida desde hace mucho tiempo en el ámbito mundial. Formalmente fue debatida en dos mesas redondas en 2008 y 2011, organizadas por el Departamento de Asuntos Políticos de las Naciones Unidas (DPA), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional). Parte de los objetivos de esos talleres sobre democracia y desarrollo era examinar en detalle y especialmente, ¿Cómo y bajo qué condiciones contribuye la democracia al desarrollo y viceversa? Los principios y gobernanza democrática, sus instituciones, procesos, derechos y participación, en la primera. El desarrollo económico, mejoras en la salud, educación y no discriminación, en la segunda.
Estas mesas redondas concluyeron –entre otras cosas– que, si bien la contribución de la democracia al desarrollo y viceversa son cuestiones complejas, que dependen del contexto y en ocasiones son objeto de discrepancias, las Naciones Unidas deben seguir trabajando y promoviendo ambos ámbitos, mutuamente beneficiosos. Existe un amplio consenso respecto a que, con el tiempo, la democracia y el desarrollo se refuerzan a tornapeón. Los avances en un ámbito repercute en el otro en un proceso de interacción y fortalecimiento recíproco. El aporte de la democracia en el desarrollo no solo se limita a la gobernanza, ya que implica no solo las instituciones y los procesos, sino también los conceptos de la voz de la ciudadanía, la participación, la inclusión y el refuerzo de la cultura democrática.
En última instancia, la democracia coadyuva a lograr los objetivos de desarrollo. Las principales características de la democracia, como la participación, la inclusión, la atención a las demandas ciudadanas y la rendición de cuentas, favorecen directa e indirectamente al desarrollo si vienen acompañadas de un Estado con capacidades como la seguridad y la protección, el Estado de Derecho y el acceso a la justicia, una administración pública eficiente y transparente, la prestación de servicios básicos, como educación y salud. La seguridad entra en juego como una condición para que la democracia y el desarrollo prosperen con sostenibilidad a largo plazo.
Por otro lado, la pobreza, el hambre, la enfermedad o la inseguridad, pueden limitar la capacidad de las personas a la hora de ejercer efectivamente sus derechos políticos y civiles. Por tanto, el desarrollo y la seguridad también tienen influencia sobre la democracia. La falta de desarrollo, manifestada en estancamiento económico, desigualdades o pobreza extrema, puede socavar la fe de las personas en la democracia y sus gobiernos. Al mismo tiempo, altos niveles de inseguridad, y la ausencia de un Estado de Derecho fuerte, imposibilitan la armónica convivencia de las personas, que por temor o como consecuencia de su victimización dejan actividades productivas o recreativas, que inciden en el desarrollo, pero también en la profundización de la democracia, por cuanto sus derechos, libertades y garantías se ven mermados.
Indiscutiblemente los elementales procesos democráticos como la organización y celebración de elecciones periódicas y competitivas, no son suficientes por sí solos para mejorar la calidad de vida de la población más pobre. Entonces se podrá argumentar que un gobierno democrático por sí solo no siempre obtiene los mejores resultados en términos de desarrollo acorde con las necesidades y aspiraciones de sus ciudadanos. Empero, las garantías que ofrece la democracia –apoyada por la seguridad y el Estado de Derecho– de expresar y reivindicar sus necesidades, así como de ejercer su derecho a retirar del poder a quienes no gobiernan según sus expectativas, son indispensables para la rendición de cuentas y la sostenibilidad del desarrollo.
En ese orden de cosas, el desafío presente y futuro para los gobiernos es el de garantizar que los planes de desarrollo sean incluyentes y participativos, que las instituciones estatales sean eficientes y transparentes, que la democracia se profundice y fortalezca, y que un Estado de Derecho sólido coadyuve en la sostenibilidad, tanto de la democracia como del desarrollo.
Bibliografía:
- Klaus Bodemer. 2005. Democracia y Seguridad en un mundo globalizado y de riesgos. Algunas anotaciones. Quórum: Revista de pensamiento iberoamericano. No. 12, págs. 126-139.
- Organización de Estados Americanos (OEA). 2012. Paz, Seguridad, Democracia y Desarrollo.
- Organización de las Naciones Unidad (ONU). 2013. Democracia y Desarrollo: El rol de las Naciones Unidas.
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*Investigador Asociado de INESAD, amoscosor@gmail.com
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