La economía mundial está atravesando uno de los peores períodos de su historia reciente, comenzando por una crisis financiera pasando por una crisis energética y alimentaria, y culminando en una crisis económica casi generalizada. Considerando que la economía dominante está siendo altamente cuestionada por una variedad de agentes, los remedios a estos problemas deberían originarse de otras corrientes alternativas; siendo más ambiciosos, de nuevas teorías económicas, que sean producto de un trabajo interdisciplinario, multidisciplinario o transdisciplinario, puesto que la sociedad es un sistema complejo y que todos los fenómenos sociales están relacionados.
De acuerdo a Paul Streeten (1), lo que se necesita es una nueva disciplina que construya conceptos, elabore modelos o paradigmas y formule teorías adecuadas a las condiciones de las sociedades. Esta nueva disciplina debería descartar categorías y construir conceptos totalmente nuevos y más apropiados. Frente a este desafío, debemos preguntarnos: ¿estamos los economistas preparados para este reto?
En los últimos años, según Geoffrey Hodgson (2), la mayoría de los economistas no han estado preocupados por la historia de la economía y de las ideas, el estudio de las instituciones sociales reales y relevantes, y las condiciones prácticas y detalladas para formular y aplicar políticas económicas. Por el contrario, han estado concentrados en difundir la política de laissez faire –que es incapaz de abordar y dar solución a problemas vitales de las sociedades, tales como pobreza, desigualdades, emigración, carencia de infraestructuras, problemas demográficos, entre otros– y en incentivar y profundizar la formalización matemática, que son las principales causas del estrechamiento de la ciencia económica.
La situación actual está mostrando la necesidad de economistas que deben ser científicos sociales buscando comprender el mundo real; en particular, como lo señala John Maynard Keynes (3), hace muchos años atrás:
«El economista magistral debe poseer una rara combinación de dones. Debe alcanzar un alto nivel en diferentes direcciones y combinar talentos que no se suelen encontrar juntos. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo, en algún grado. Debe entender símbolos y expresarse con palabras. Debe contemplar lo particular en términos de lo general, y tocar lo abstracto y lo concreto en el mismo vuelo del pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado con propósitos del futuro. Ninguna parte de la naturaleza humana o de sus instituciones debe quedar fuera de su consideración. Debe tener propósitos y ser desinteresado de manera simultánea; tan apartado e incorruptible como un artista, pero a veces tan cerca de la tierra como un político.»
En suma, debemos comenzar un proceso de reinvención para revertir el estrechamiento y la excesiva formalización de la economía, mediante la reflexión crítica y el diálogo interdisciplinario y multidisciplinario. Más aún, debemos iniciar una revolución académica para ir formando economistas tolerantes y de mente abierta, y si es posible, también humildes: las causas y soluciones a los problemas actuales de la economía mundial no se limitan a la economía.
(*) Director Ejecutivo, INESAD. El autor felizmente recibe comentarios a: onina@inesad.edu.bo.
(1) Streeten, P. 2007. «¿Qué está mal en la economía contemporánea?». Revista de Economía Institucional. 9(16): 35-62.
(2) Hodgson, G. 2002. «¿Cómo llego la economía a semejante situación?». Revista de Economía Institucional. 4(6): 19-23.
(3) Keynes, J.M. 1951. Essays in Biography. New York, USA: W.W. Norton & Company, Inc.