Hace algunos días una frase insistentemente da vueltas en mi cabeza, es aquella expresada por Xexe, el protagonista del libro Mi Planta de Naranja Lima de José Mauro de Vasconcelos. Xexe al final de la obra reclama, que a él «las cosas se las contaron demasiado pronto». En contexto, esta frase significa que le quitaron la niñez obligándole a asumir responsabilidades que no corresponden a un niño…
Hace algunos días me encuentro involucrada en la temática del trabajo infantil y recién estoy entendiendo la frase de Xexe….. Los niños son muy chicos para darse cuenta de las labores que están desarrollando y los adultos en el afán de educar, los están sometiendo a formas disimuladas de explotación.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y la OIT, en Bolivia 27,9% (848 mil) niños y adolescentes de 5 a 17 años están ocupados en actividades económicas, es decir, aquellas que generan un ingreso, por lo menos una hora a la semana; mientras que 26,4% (800 mil) realizan actividades económicas con edades por debajo de la mínima para admisión al empleo (menos de 14 años) y realizan trabajos peligrosos (ya sea por la naturaleza de la ocupación o por las condiciones en las que ésta se desarrolla). De este total, 354 mil residen en el área urbana y 446 mil en el área rural.
Según esta misma encuesta, de los 3.037 millones de niños y adolescentes de 5 a 17 años, contados en Bolivia, la mayoría combina sus actividades, destacándose la combinación del estudio con labores domésticas (57%); la combinación de labores domésticas, estudio y trabajo (23,6%); y sólo estudio (11,3%).
Cuando se contrastan estos datos con la realidad, uno se puede dar cuenta de la magnitud del problema. Un país que dignifica el trabajo infantil, sin darse cuenta de la explotación a la que están siendo sometido los niños, niñas y adolescentes: «yo ayudo a mi mamá a vender empanadas desde las 5 de la mañana hasta el medio día…» Asiente un pequeño del Plan Tres Mil en Santa Cruz, con los ojos brillando de orgullo. «Yo le ayudo a mi familia poniendo tachuelas a Jeanes en la fábrica de la vecina» dice una pequeña de apenas 9! años con una débil sonrisa…. Y este es el problema, el trabajo infantil engrandece y dignifica a los niños, mientras que es retribuido con halagos y reconocimiento por parte de las familias… Pero, en qué horario hacen sus tareas y lo más importante, en qué horario juegan y son «niños» estos pequeños?
Al parecer son muchos los problemas asociados al trabajo infantil que pasan camuflados por la valoración social. Uno de ellos es la necesidad de los padres de enseñar un oficio a sus hijos: Ante la falta de atención del Estado para brindar una profesión, «los padres se sienten en la necesidad de enseñar a hijo a trabajar y a darle un oficio» afirma un experto… pero la línea entre enseñar un oficio y hacer trabajar al niño es demasiado delgada y se cruza con demasiada frecuencia. Otro problema es la pobreza, ya que en la mayoría de los casos de niños que desempeñan sus labores en el comercio, ellos entran al oficio por ayudar a los padres y porque no tienen con quién quedarse en casa.
En ambos casos, la familia representa la mayor fuente de explotación a los niños, niñas y adolescentes… un problema que se debe asumir como sociedad, sobre todo desde la concientización, ya que resulta muy caro tener un país lleno de adultos frustrados.
* Investigadora Senior de INESAD. La autora recibirá cualquier comentario al siguiente correo electrónico: kathlenlizarraga@hotmail.com