Por Tracey Li
El número de estudios sobre el papel de las plantas en la mitigación del cambio climático está aumentando. La mayoría de los investigadores piensa en bosques con árboles muy grandes y frondosos para absorber el carbono de la atmósfera; por ejemplo Lal (1998) en la India, Chen (1999) en Canadá, Zhang (2003) en China, y Monson (2002) en los Estados Unidos. Esto es porque, en general, cuando más grande es la planta, más CO2 absorbe (ver artículo previo), y los árboles son las plantas más grandes que mejor conocemos. Sin embargo, existen algunas plantas muy grandes que no son árboles. Por ejemplo, según la evidencia, existe una especie de hierba que es una luchadora sorprendente y bastante fuerte en contra el cambio climático: el bambú.
La especie de bambú, guadua angustifolia, que se encuentra en Venezuela, Ecuador, Colombia, y Bolivia, puede crecer hasta 25 metros de altitud y 22 centímetros de diámetro, y pesa hasta 100 kilos (Rojas de Sánchez, 2004). Esto no es igual al tamaño de muchos árboles, pero ya es suficiente para generar un impacto. Y no es sólo la talla la que importa si no, la rapidez de crecimiento de una planta es lo que determina cuánto CO2 podrá absorberse en un en un periodo de tiempo determinado. En este sentido, el bambú gana a todas los demás: crece más rápidamente que los árboles, hasta 1.2 metros al día. De hecho, el bambú tiene el récord mundial como la planta que crece más rápidamente.
La otra ventaja del bambú es su solidez y flexibilidad. Por esta razón, que es un material de construcción ideal y barato en muchas partes de África, Asia y Latinoamérica, donde es una planta nativa. Entonces, el bambú de una plantación puede ser cortado y sus tallos pueden utilizarse para construir casas y otras estructuras, donde el carbono se quedará secuestrado por un promedio de 80 años (Castañeda, 2006). La plantación se recupera muy pronto debido a la rapidez de crecimiento. Por tal motivo, el Banco Mundial dio financiamiento a un proyecto en Ecuador propuesto por la Red Internacional por Bambú y Ratán (INBAR), una organización intergubernamental dedicada a mejorar la vida de los productores y usuarios pobres del bambú y ratán. El proyecto se llama”Casas elevadas de bambú para proteger a las comunidades en zonas con riesgo de inundación”. Hasta ahora ha tenido éxito desarrollando e implementando técnicas para construir casas ecológicas que puedan resistir las inundaciones para las familias de bajos ingresos, utilizando una especie de bambú nativo. Los resultados incluyen cinco casas, tres salas de escuela, y dos refugios. En otros lugares del mundo, el bambú se usa para hacer barcos (sobretodo en Asia, pero también en Etiopía), muebles, suelos, ropas, papel, plásticos, tuberías de agua, y muchos otros productos. En los casos de muebles y suelos, el bambú es un insumo alternativo atractivo y práctico en comparación a los árboles que crecen más despacio y son menos sostenibles.
El potencial del bambú para almacenar el carbono ha sido estudiado en mucho países donde crece naturalmente, formando bosques, por ejemplo en Méjico (Castañeda, 2006), y China (Song, 2011). Contribuyendo a estos esfuerzos, Ricardo Rojas Quiroga – un estudiante de Ingeniería Ambiental de la Universidad Nuestra Señora de La Paz – estudió la guadua angustifolia, una especie de bambú que crece en el Parque Nacional Carrasco en Bolivia. Midió la densidad y masas de las plantas de bambú en el bosque para estimar la cantidad almacenada en cada hectárea. Rojas concluyó que, además de formar parte de uno de los ecosistemas más diversos del mundo, cada hectárea del bosque de bambú en el Parque Nacional Carrasco almacena una cantidad de carbono semejante a una especie de árboles grandes, como el abeto chino o el roble. Esta conclusión es compatible con muchos otros estudios, un resumen de los mismos se puede encontrar en el informe de 2010 publicado por el INBAR.
Esta investigación es importante porque con números precisos, es más fácil convencer a los políticos de la importancia de bosques de bambú, además de otros recursos naturales, para mitigar y adaptarse al cambio climático. Por ejemplo, en China hay una especie nativa de bambú que se llama Moso bambú. Una hectárea (más o menos el tamaño de una pista de atletismo) de esta especie puede guardar hasta 250 toneladas de carbono (Qi, 2009). Según datos del Banco Mundial, ésta es la cantidad de carbono que fue producida en 2009 por alrededor de 160 personas en China (o 50 personas en los EEUU). Cada año, una hectárea de Moso bambú absorbe 5.1 toneladas de carbono, la cual puede compensar las emisiones de CO2 de tres personas de China (o de una sola en los EEUU). Por referencia, China cuenta con 3.37 millones hectáreas de Moso bambú (según la Administración Estatal de Bosques de China), que sobrepasa al tres por ciento del área total de bosques en China.
Si recogemos todos los datos relevantes, cálculos similares deberían ser realizados por más países, para que los políticos puedan asignar los recursos y prioridades con más eficacia. Es importante tomar en cuenta que el INBAR y otros estudios ofrecen recomendaciones al respecto: si se prioriza una especie sobre otra por la cantidad de carbono almacenado, se debe tener en cuenta que los números dependen bastante de las condiciones geográficas y climáticas. También se debe tomar en cuenta la compatibilidad de las plantas con los ecosistemas en cuestión.
Al final, la mejor solución al problema de cambio climático es reducir las emisiones de CO2 disminuyendo nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, puesto que un estado de cero emisiones no es muy probable en el futuro cercano, los bosques tienen un papel fundamental en la construcción de un escenario “carbono neutral”. Asimismo, si países como los de Sur América pueden mostrar que sus bosques pueden absorber no sólo el CO2 de sus propios países, sino también el carbono de muchos otros países, se puede incentivar a que países ricos y que son muy contaminadores contribuyan a la protección de estos recursos preciosos.
Referencias:
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