Por Beatriz Muriel H., Ph.D*
En julio fue el lanzamiento del libro “Un Siglo de Economía en Bolivia 1900-2015” publicado por la Fundación KAS, del cual tuve la satisfacción de participar con un tópico sobre la historia de los patrones comerciales del país (1900-2015). Uno de los desafíos más interesantes fue recolectar datos que permitan evaluar la composición de las exportaciones e importaciones a lo largo del periodo de análisis. Con todo, en este artículo no enfatizaré sobre estos – el libro puede ser descargado en este link – sino sobre el principal hallazgo que encontré: los patrones comerciales en Bolivia han estado históricamente determinados por las ventajas comparativas asentadas en recursos naturales.
Para los lectores poco familiarizados con el concepto, la literatura describe las ventajas comparativas a partir del modelo de Heckscher-Ohlin-Vaneck (HOV). Esta teoría es una ampliación de Heckscher-Ohlin considerando muchas economías, numerosos bienes y varios factores de producción; donde las relaciones comerciales son estudiadas a través del contenido de estos factores implícitos en los bienes (y no de los bienes en sí mismos). En este caso, un país relativamente rico en algunos factores de producción tenderá a exportar los servicios de estos factores y a importar los servicios de sus factores relativamente escasos.
Como se sabe, Bolivia ha sido relativamente rica en factores tales como recursos minerales, reservas hidrocarburíferas y tierras aptas para la agropecuaria. En efecto, las exportaciones estuvieron concentradas en materias primas extraídas de la naturaleza. En la primera mitad del siglo XX destacó el aumento de las ventas de estaño que desplazó la primacía de la plata. En la segunda mitad del siglo XX, las exportaciones de estaño continuaron siendo importantes pero las ventas de hidrocarburos y algunos alimentos y productos agrícolas (como la soya y derivados) ganaron significancia en algunas décadas, mientras que desde el siglo XXI la historia favoreció al gas natural.
En contraste, las importaciones provinieron del aprovechamiento de tierras fértiles, capital físico y mano de obra calificada de otros países durante la primera mitad del siglo XX; ya que se concentraron en alimentos y manufacturas cada vez más intensivas en capital (y uso de nuevas tecnologías). Con todo, la visión del Estado de promover el desarrollo del sector agroindustrial en el oriente, a partir del Plan Bohan de 1942, dio sus frutos haciendo que las importaciones de alimentos disminuyan hasta el siglo XXI; aprovechando las ventajas comparativas que potencialmente se tenían en las tierras fértiles. Sin embargo, las importaciones de manufacturas continuaron a la vanguardia con productos de cada vez mayor transformación.
Los patrones comerciales basados en ventajas comparativas no son algo que debería sorprender. Trefler (1995)[1], por ejemplo, testea el modelo de HOV para 33 países y nueve factores de producción y encuentra que, cuando se controla por diferencias en tecnología, aranceles y costos de transporte, el modelo predice el 93% del comercio internacional. En realidad lo que asombra es que en el país prácticamente las ventajas comparativas se han asociado a exportaciones de materias primas sin el catch up de las olas industriales ocurridas en el mundo.
Un ejemplo de lo mencionado es China. Este país ha sido relativamente rico en mano de obra, y si no se hubieran implementado medidas para promover el desarrollo industrial, el factor trabajo seguiría siendo utilizado en agropecuaria y manufacturas en su mayoría de baja transformación. Sin embargo, esta ventaja comparativa ha sido muy bien aprovechada desde finales de los 70, y en las últimas décadas China ha estado a la vanguardia en crecimiento económico.
Cabe preguntarse nuevamente entonces ¿Qué pasó con Bolivia?
[1] Trefler, D. (1995). “The Case of the Missing Trade and Other Mysteries”. American Economic Review 85(5): 1029-46.
*Directora ejecutiva e investigadora Senior de INESAD, bmuriel@inesad.edu.bo. Las opiniones expresadas en los artículos del Blog Desarrollo Sobre la Mesa pertenecen a los autores y no necesariamente reflejan la posición oficial de la Fundación INESAD.
Muy interesante Beatriz…..voy a leer el ensayo completo: La pregunta es totalmente relevante, sin duda.
Buen artículo. Muy buena la pregunta final.