Titulación vs. Competencias

Kathlen LizarragaEs conocido el valor que la sociedad, particularmente la Sociedad Boliviana, asigna a los títulos académicos. No importa cuánto se sepa, lo relevante es poder llamarse «Licenciado» o «Doctor». Así escuchamos frecuentemente en los pasillos de los hospitales a las enfermeras llamarse entre ellas licenciadas y también en los tribunales abundan los doctores. En este último caso hasta la denominación es incorrecta, puesto que son profesionales sin ese grado académico.[1]

Sin embargo, pocas veces hemos escuchado las denominaciones de «cocinero/a» o «repostero/a»; esto porque la sociedad boliviana no está acostumbrada a valorar el contenido de las profesiones, sino más bien -como se dijo- el título. Además, como ser profesional técnico no tiene valor para la sociedad, mejor ni se usa el título –si se lo tiene-. Sin embargo, desde un tiempo a esta parte se viene trabajando por cambiar esta perspectiva, y dotar de contenido las acciones de formación: este es el enfoque en Formación por Competencias o Formación Basada en Competencias, que probablemente nos ayudaría a repensar los problemas de calidad que enfrenta el sistema educativo boliviano.

Pero, que son las competencias? Son todos aquellos comportamientos formados por habilidades cognitivas, actividades de valores, destrezas motoras y diversas informaciones que hacen posible llevar a cabo, de manera eficaz, cualquier actividad. Entonces, las competencias son un conjunto articulado de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que toman parte activa en el desempeño responsable y eficaz de las actividades laborales cotidianas. Y lo más importante, es que nos dan una idea clara de lo que efectivamente la persona puede hacer: ya no hablamos de un «técnico medio en gastronomía», sino de un especialista en «comida francesa», «comida típica», «refrescos y jugos», etc.

En todo el mundo, cada vez es más alto el nivel educativo requerido para el trabajo y para resolver problemas de carácter práctico. En éste contexto es necesaria una educación que responda al reto de formar a la persona en esas competencias, más que dotarla de un título académico o profesional. Por ejemplo ya no se dice soy «doctor», sino «soy cardiólogo». Esto muestra que las competencias de ese/esa profesional se refieren sobre todo a todo a temas del corazón.

Para lograr lo anterior es necesario que la educación replantee su posición; es decir, debe tomar en cuenta las características de una competencia como son: El saber hacer (habilidades); el saber (conocimiento) y valorar las consecuencias de ese saber, o sea el saber ser (valores y actitudes).

Desde el campo de formación técnica en Bolivia, a pesar de las dificultades, se viene trabajando en formación por competencias. El esfuerzo que algunas instituciones y programas, como FAUTAPO y proCAP vienen desarrollando desde hace algunos años, está comenzando a rendir frutos, puesto que cuando se pregunta a los beneficiarios que es lo que más valoran, las respuestas van en sentido de «saber hacer algo», «saber hacer algo bien», «producir más harto», etc. En este sector, las personas están adquiriendo la costumbre de no hablar más de títulos, sino de las habilidades que efectivamente tienen para el trabajo, sea desde el empleo o autoemprendimiento.

Esta es una buena costumbre que deberíamos adoptar como sociedad, puesto que facilitaría las actividades de intercambio en el mercado laboral. Por ejemplo, para una empresa de ropa deportiva es pertinente emplear a alguien que efectivamente sepa realizar esa tarea, desde el trazo hasta el último botón, que emplear a alguien que genéricamente sabe costurar. El resultado es positivo, puesto que las personas pueden «vender» sus habilidades mejor y logran ubicarse adecuadamente, y, al mismo tiempo el empleador tiene la posibilidad de hacerse una idea cabal de las habilidades del trabajador estando obligado a retribuirle mejor, dado que ya no tiene que «enseñarle» mucho.

El Sistema Plurinacional de Certificación de Competencias (SPCC) fue creado con esa lógica, el problema es que se quedó como una instancia de reconocimiento social de las competencias de las personas adquiridas donde y cómo sea… y si bien esto constituye un reconocimiento justo y necesario, así mismo es justo y necesario trabajar en un catálogo de contenidos y normas que nos permitan avanzar hacia adelante en este nuevo enfoque. Un gran reto para el nuevo currículo educativo.

[1] Esta mala costumbre tiene origen en los tiempos de la Colonia, puesto que la UMRPSFXCH tenía la autorización para otorgar ese grado académico en las carreras de Teología, Derecho y Medicina y es por eso que estas profesiones tienen ese denominativo.


Investigadora Senior de INESAD. La autora recibirá cualquier comentario al siguiente correo electrónico: kathlenlizarraga@hotmail.com .

 

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