Por Tracey Li
Este mes el juego de INESAD, SimPachamama, fue lanzado. Éste es un juego educacional de simulación, diseñado para enseñar al usuario sobre deforestación y desafíos del bienestar humano asociados al desarrollo rural en las comunidades forestales de Bolivia. Al ser gratuito a través de internet, puede ser accedido y jugado por un gran número de personas.
Sin embargo, juegos más tradicionales y cara a cara también pueden tener un fuerte alcance: en los últimos años, muchas organizaciones no gubernamentales (ONGs) como por ejemplo la Cruz Roja han co-diseñado múltiples juegos participativos. Luego, facilitadores de estas organizaciones llevan los juegos a diferentes países alrededor del mundo, en donde son utilizados como herramientas educacionales y/o de entrenamiento en talleres.
Un ejemplo es el juego llamado “Humanos versus Mosquitos”, diseñado para la Cruz Roja/Centro de Clima de la Media Luna Roja, por un equipo de la Universidad de Yale y de Parsons la Nueva Escuela de Diseño. El juego fue diseñado para fomentar conciencia sobre la creciente propagación del dengue, debido al incremento en la temperaturas a nivel mundial, y por lo mismo promueve que los jugadores tomen acciones preventivas. Los jugadores son divididos en dos equipos, uno corresponde a los humanos y el otro a los mosquitos. Cada equipo tiene su propio territorio en cada uno de los extremos del campo de juego, y en el centro están los lugares de cría y reproducción de los mosquitos. Durante un turno cada mosquito decide si muerde a un humano y lo enferma al “marcarlo” (llevando al humano a perder su próximo turno), o si pone un huevo en el centro del campo. Entretanto, los humanos deciden si limpian los lugares de cultivo al retirar los huevos (mientras intentan no ser mordidos), o si no hacen nada fuera de prevenir ser mordidos. El mensaje del juego es que limpiar los lugares de reproducción de los mosquitos es más efectivo que utilizar insecticidas.
El cambio en distribución del dengue es sólo un ejemplo de las consecuencias del cambio climático. Otros ejemplos incluyen crecimiento impredecible de los cultivos y de los alimentos, y un aumento de las condiciones climáticas extremas como huracanes. “Gestión de riesgo climático” es el término dado a los procesos de manejo de estos riesgos para así minimizar los impactos negativos sobre la sociedad. Aquellos responsables de gestión de riesgo climático, por lo general deben tomar decisiones basándose únicamente en información teórica, en vez de experiencia. Sin embargo, así como cualquiera que alguna vez haya tenido que lidiar con gestión de riesgos sabe, las soluciones más efectivas resultan de ensayo y error, a través de la experiencia. Por esta razón el grupo de trabajo de “Juegos para un Nuevo Clima” del Centro Frederick S. Pardee para el estudio del Futuro a Largo Plazo de la Universidad de Boston, inició “la exploración del potencial de procesos participativos basados en juegos para acelerar el aprendizaje, fomentar el diálogo y promover la acción […] involucrando particularmente a instituciones académicas y ONGs con conocimiento especializado en diversos temas incluyendo fortalecimiento de capacidades, diseño de juegos, y cambio climático. Los resultados han sido documentados en su reporte del 2012 titulado “Games for a New Climate: Experiencing the Complexity of Future Risks” (“Juegos para un Nuevo Clima: Experimentando la Complejidad de Riesgos Futuros”).
El reporte revela que los juegos para evaluar riesgos de cambio climático tienen variadas ventajas. Un juego puede transmitir el carácter aleatorio dentro de un sistema. Por ejemplo, un dado es lanzado en un juego llamado “Aguas Arriba y Aguas Abajo” para determinar si es que son los campesinos que viven aguas arriba o los que viven aguas abajo los que sufrirán sequía o inundaciones. El juego ha sido utilizado para alentar a la comunidades, como las de Moropoto, un pueblo nicaragüense, a explorar por ellos mismos como manejar de mejor manera estos riesgos, y también para fomentar la cooperación entre campesinos que viven aguas arriba y los que viven aguas abajo. Dado que estos jugadores “habitan” el juego, ellos experimentan real aprehensión cada vez que tiran el dado. En otras palabras, el juego provoca emociones y reacciones similares a las que serían experimentadas en una situación real. Luego de varios turnos el jugador comienza a adquirir una cierta intuición de la complejidad de la situación, aprendiendo las consecuencias positivas y negativas de sus decisiones a través de ensayo y error, así como también la manera en que reaccione instintivamente a la situación.
Los juegos también desafían y corrigen supuestos que los jugadores puedan tener en sus mentes de antemano: la mayoría de la gente tendrá una preconcepción de las relaciones entre acción y consecuencia, asumiendo que una cierta acción llevará a un cierto resultado. No obstante estos modelos pueden tener fallas, y como el grupo de trabajo señala,
“Ningún piloto se atrevería a volar un avión comercial sin un riguroso entrenamiento en un simulador de vuelo… pero decisiones críticas deben ser tomadas confiando en ‘teoría’, ‘experiencia’, ‘intuición’, ‘corazonadas’, o menos.”
Incluso el piloto más talentoso cometerá indudablemente errores durante sus primeras prácticas en el simulador, simplemente porque el proceso de volar es demasiado complejo como para ser imaginado y construido como un simple modelo mental sin ninguna experiencia física. Al igual que los pilotos, quienes toman decisiones en organizaciones humanitarias y de desarrollo, deben tomar decisiones que afectarán las vidas y el bienestar de un gran número de personas; por lo tanto ellos también debiesen practicar con simulaciones como juegos, para así perfeccionar sus habilidades.
Por supuesto, para que un juego sea beneficioso, tiene que estar bien diseñado. Pero más allá de las reglas del juego mismo, hay otros factores que también son importantes. Salud y seguridad es uno de ellos: una anécdota cuenta el caso de un jugador muy entusiasmado en el equipo de “humanos” en “Humanos versus Mosquitos” dislocando su tobillo al querer defenderse de un mosquito mientras intentaba retirar un huevo. El incidente ocurrió durante el festival realizado en Nueva York el 2012 “Sal y Juega”.
Otro aspecto de vital importancia es la presencia de un facilitador calificado, cuyo rol es motivar el compromiso emocional y el pensamiento crítico durante el juego. El fin último es lograr los objetivos de aprendizaje deseados, y para promover la discusión entre los jugadores tanto durante como después del juego, al hacer preguntas pertinentes tales como: “¿Qué decidiste hacer cuando no había información disponible?, ¿cuál fue el resultado de tu decisión?”
Un tercer aspecto relevante es asegurar que el juego sea apropiado para los jugadores. En otras palabras, conocimiento y sensibilidad cultural deben ser tomados en consideración. Por ejemplo en “Humanos versus Mosquitos” las reglas especifican que los jugadores pueden manifestar auto-protección al cruzarse de brazos, lo que es un signo de protección en muchas culturas occidentales. Sin embargo, en Uganda los organizadores notaron que los jugadores estaban tomando riesgos innecesarios y no estaban protegiéndose. Luego se supo que los jugadores se sentían incómodos al cruzar los brazos porque esta postura significa muerte en su cultura. Una vez que esta regla fue modificada, continuaron jugando de forma exitosa.
Si todos estos factores son considerados durante el diseño e implementación de un juego, o adaptaciones culturalmente apropiadas son hechas acorde al contexto en particular en donde se juega, entonces el juego va a permitir a gestores de riesgo climático adquirir una mejor comprensión sobre la complejidad de las decisiones que ellos afrontan, de una manera que es a la vez seria y entretenida. El cambio de “clima” como es referido en estos juegos, se extiende más allá de su definición medio ambiental – los juegos también abarcan cambios en climas políticos, sociales, y económicos en los cuales las autoridades y quienes toman decisiones deben trabajar.
El grupo de trabajo concluye que actualmente los juegos están siendo subutilizados en gestión de riesgo climático, a pesar de que están muy bien situados para cumplir esta función: los juegos pueden ayudar a cumplir metas más eficientemente que otros enfoques; el aprendizaje y la discusión pueden ser más profundos durante el proceso participativo de los juegos; y los juegos pueden inspirar y motivar el pensamiento creativo para producir innovación, y soluciones fuera de lo establecido para problemas serios. Y a pesar de que los autores únicamente se enfocaron en juegos cara a cara, que no requiriesen electricidad ni algún otro tipo de equipo técnico, reconocen que los juegos digitales también tienen un gran potencial, no sólo en cuanto al tamaño de la audiencia que pueden alcanzar, sino que también porque los modelos de simulación interactivos, como SimPachamama, pueden procesar datos y realizar cálculos más allá del alcance de los juegos cara a cara.
En resumen, incluso los legisladores más influyentes y los responsables de toma de decisiones más importantes a nivel mundial pueden beneficiarse y aprender al usar juegos bien diseñados. Es hora de tomar a los juegos en serio.
Tracey Li es Asociada de Investigación y Comunicaciones en INESAD.
Para su referencia:
Pardee Center Task Force Report November 2012. Games for a New Climate: Experiencing the Complexity of Future Risks. Boston University, The Frederick S. Pardee Center for the Study of the Longer-Range Future.