Por Carlos Gustavo Machicado *
Hace 6 años publicábamos con dos coautoras un estudio sobre la enseñanza de la economía en Bolivia y Chile.[1] Era un estudio comparativo que seguía los lineamientos diseñados por el BID para evaluar el estado de la enseñanza en economía en los países latinoamericanos.
Revisando por curiosidad las conclusiones de este estudio, me ponía a pensar qué cosas han cambiado en estos 6 años para bien o para mal, o si se han mantenido iguales. Una de las conclusiones a las que se llegaba en dicho estudio era que la gran diferencia entre las universidades públicas y privadas era que la currícula estaba obsoleta en las universidades públicas y la cátedra era libre. Me parece que la gran mayoría de las facultades de economía en las universidades públicas han actualizado sus currículas, pero mantienen todavía el tema de la cátedra libre, lo que sigue generando importantes diferencias en los contenidos que aprenden unos y otros estudiantes según el profesor que tengan.
Otra conclusión importante, exógena al sistema educativo, era que el mercado laboral no lograba diferenciar entre los distintos tipos de maestría que obtenía un profesional. Este problema estructural no solamente persiste sino que, a mi parecer, se ha profundizado. Hace 6 años decíamos que aparentemente se estaban introduciendo incentivos para que muchos estudiantes tomen cursos de especialidad, no por el afán de obtener mayor conocimiento, sino únicamente para mandar la señal al mercado de que poseen un título de maestría. Hoy puedo afirmar que estos incentivos están plenamente instaurados en el mercado laboral; a lo que las universidades han respondido ofreciendo un sinfín de diplomados, maestrías y hasta doctorados con nombres muy sugestivos, pero cuyos contenidos a veces son de un nivel de pregrado.
Ciertamente, algunas universidades de Bolivia ofrecen buenos programas de postgrado, pero el problema sigue siendo que el mercado no logra diferenciar entre una maestría a tiempo completo y otra ejecutiva a tiempo parcial. Tengo la impresión de que este problema, muchas universidades lo han querido enfrentar introduciendo una currícula por competencias, que de hecho también se ha implementado a nivel de pregrado. El concepto de la currícula por competencias es interesante porque consiste en el diseño, desarrollo y evaluación curricular que se oriente a la probabilidad de movilizar un conjunto de recursos (saber, saber hacer y saber ser), para resolver una situación problema. En otras palabras, desarrollar competencias en los alumnos que les permitan actuar en la realidad.
Pero, a mi criterio, lo que ha sucedido es que no se ha logrado definir bien qué se entiende por la realidad. Muchos programas la han definido como una realidad específica al trabajo que realiza un individuo, cuando en verdad se está hablando de una realidad en un mundo globalizado, donde el individuo tiene que tener las herramientas y conocimientos para enfrentar una realidad muy dinámica y cambiante a nivel nacional, pero sobre todo a nivel internacional.
Finalmente, una conclusión interesante del estudio era que en Bolivia los estudiantes no reconocen a los economistas como especialistas en determinadas áreas, pero en Chile sí. Creo que se ha mejorado un poco, pero no lo suficiente, pues son pocos los economistas especializados que contribuyen al debate nacional. En ese sentido la XX Reunión Anual de LACEA (http://laceameeting.com/) a realizarse en octubre próximo pretende mostrar a la sociedad boliviana de qué manera la especialización en la ciencia económica es fundamental para poder influir en las políticas públicas, en las decisiones empresariales, en las decisiones sociales y hasta en las decisiones individuales del día a día.
[1] Espinoza.L, C.G. Machicado y K. Makhlouf (2009) “La Enseñanza de Economía en Bolivia y Chile” Documento de Trabajo # 673, Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
* El Autor es Director Ejecutivo e Investigador Senior de INESAD, Ph.D. en Economía, cmachicado@inesad.edu.bo